Bajo su manto

El pasado 25 de agosto, en la eucaristía de los miércoles de Maranatha, Chus predicó sobre la catequesis de la carta a los Gálatas que está dando el Papa. Fue una predicación maravillosa que me tocó profundamente y el Señor me iluminó en el corazón, a través de la predicación, una época de mi vida que no sabía muy bien dónde encajar, que no la entendía ni le encontraba ningún sentido después de mi conversión. Al terminar la eucaristía, después de una larga llorera de alegría y profundo agradecimiento, lo compartí con Mark y las chicas durante la cena, todavía muy emocionada entre lágrimas conseguí verbalizar esa vivencia tan profunda que el Señor había puesto en mí corazón.

Para poneros un poco en escena me tengo que remontar 26 años atrás. Cuando tenía 17 años ingresé en el noviciado de las monjas de mi colegio. Una orden joven (la fundadora todavía vivía, ha fallecido este año 2021), era una orden muy estricta y chapada a la antigua en lo que se refiere a la manera de vestir y a las normas y reglas a cumplir, pero tenían muchísimas vocaciones, mucha gente joven lo que resultaba muy atrayente. En el cole me sentía super bien, me gustaba mucho la vida comunitaria que tenían y el ambiente de familia que se respiraba, me llevaba genial con todas las hermanas. En casa las cosas no eran fáciles, yo estaba en plena adolescencia, los últimos años habían sido muy duros debido a la muerte de mi madre y al cambio de ciudad, el ambiente en casa no era nada agradable. El cole y especialmente la comunidad de las hermanas, se convirtió para mí en un auténtico refugio en el que pasaba muchísimas horas fuera del horario escolar. Entre ejercicios espirituales, convivencias y viajes vocacionales al noviciado, que estaba en Madrid, pasaron dos años y después de darle muchas vueltas al tema de la vocación, bajo dirección espiritual tanto del sacerdote del cole como de la madre superiora de la comunidad, decidí entrar en el noviciado convencida de tener vocación.

La noticia en casa cayó como un jarro de agua fría, tanto mi padre como mis hermanos me dijeron que era muy joven, que debía de esperar y acabar mis estudios, pero el mensaje de las monjas era totalmente opuesto: lo mejor que tienes para entregar al Señor es tu juventud, no dejes pasar el tren porque quizá no pase otro y perderás tu oportunidad de ser feliz, hay que ser valiente e ir contra corriente, etc. Para mí fue un paso muy difícil de dar, tanto mi familia como mis amigas de fuera del entorno del cole, me decían que era una locura, fue un romper con todo sabiendo que después nada volvería a ser igual pero finalmente ingresé en el noviciado.

Después de la primera semana supe que aquello no era para mí, no sé cómo pero lo supe. Allí no estaba la Verdad, me sentía a gusto y bien a nivel humano, no me resultaba difícil la convivencia con las hermanas, ni cumplir las miles de normas que había, siempre he sido muy flexible y no he tenido problema en adaptarme a nada, pero todo estaba vacío, hueco, no me llenaba, no era lo que me esperaba, tanta promesa de felicidad por dar el paso y allí no había nada para mí. Todo el enfoque era desde “la retribución”, como suele decir Chus… Todo era un “hacer y cumplir” desde uno mismo para ganarse la santidad, nunca oí hablar de un Cristo vivo y resucitado que te ama profundamente, solo de la pasión y muerte y de cómo hacer sacrificios para acompañarlo en su dolor y sufrimiento ofreciendo el nuestro para así reparar su corazón y llegar a la perfección y a la santidad, ser perfecta a los ojos de Dios… No sé por qué supe que no era cuestión de tiempo, tuve la absoluta certeza de que no era mi sitio y que allí no estaba lo que buscaba y después de 3 semanas me marché. Fueron solo tres semanas, pero muy significativas, pues allí cumplí los 18 años y mis primeras elecciones pudiendo votar.

La salida fue mucho más difícil que la entrada… Mi padre me dijo que si había estado un año pensando en entrar, debía de haber estado un año pensando en salir, que no estaba para nada de acuerdo con lo que había hecho y me recibió de una manera muy fría y distante… La vuelta a casa no fue nada fácil y la vuelta al cole todavía peor, las hermanas cambiaron por completo su actitud hacia mí y salvo un par de mojas, las demás no me dirigían la palabra, me ignoraban completamente, aquello fue muy duro para mí, lo que había sido mi refugio se convirtió en un infierno. Finalmente me dijeron que el curso ya estaba perdido y me desaconsejaron reincorporarme a mi clase, me recomendaron que aprovechara esos 6 meses (hasta que acabara el curso escolar) en hacer algún curso complementario fuera del centro. Aproveché para irme esos 6 meses a Jersey a aprender inglés, a la vuelta la directora del cole me recomendó que cambiara de centro educativo y así pasé página. Cambié de colegio y empecé una nueva vida pero mi corazón quedó muy herido, me sentía muy traicionada, usada, tirada como una colilla. Todo fueron flores para que entrara y una vez que decides salir ya no quieren saber nada de ti, que falsedad tan grande, que decepción tan enorme descubrir que detrás de todo ese cariño no había nada más que aumentar el número de novicias. No me querían por quien era sino por lo que iba a ser. En fin… Me costó un montón aceptar la situación, no podía entender lo que había hecho mal para que gente a la que quería tanto, en la que confiaba y me apoyaba tanto me trataran con ese absoluto desprecio.

Encajé este episodio como un fracaso personal, no ha sido algo de lo que me haya sentido orgullosa, mas bien me avergonzaba de ello. Nunca me gustó hablar de ello, así que a la gente que fui conociendo después, nunca les conté. Si eran no creyentes pensarían que rara ésta que se metió en un convento y a la gente que era creyente, les parecería vaya vocación de pacotilla que solo dura 3 semanas, que poco espíritu de sacrificio… Verdaderamente lo de las 3 semanas me torturaba. Quizá debí haber hecho caso a mi padre y haberme quedado más tiempo.. pero a mí, en aquel momento, me parecía una hipocresía, pues si tenía tan claro que eso no era para mí, ¿por qué alargarlo solo para quedar bien? El caso es que se me quedó una espina clavada en el corazón, por un lado, con las hermanas que me hicieron tanto daño y eso me hizo desconfiar y rechazar en adelante cualquier tipo de religiosidad vivida en comunidad y por otro lado con el Señor, porque yo había puesto todo de mi parte y Él no había estado ahí, me había fallado. Eso hizo que me alejara bastante de Él y de su Iglesia hasta que el 2009, ya casada y con hijas tuve una conversión brutal[1].

El caso es que después de mi encuentro con el Señor, muchas veces le pedía que me iluminara éste episodio para poderlo encajar bajo su amor y misericordia y sí me sanó todo el rencor que tenía y puso el perdón en mí corazón, también me aclaró que yo no tenía vocación a la vida religiosa, por eso no encontré allí mi sitio, yo no entré por haber tenido un encuentro con Él o por escuchar su “llamada”, no entré buscándole a Él sino encandilada por la vida comunitaria y el ambiente de familia que se respiraba, anhelando lo que no tenía en casa y buscando llenar el vacío que había dejado en mi corazón la muerte de mi madre años atrás.

Con esa aclaración ya me había quedado bastante tranquila pero el Señor es muy Grande y siempre supera con creces todas nuestras expectativas y volviendo a la homilía de Chus del pasado miércoles, comenzó repitiendo las palabras del Papa: «Los mandamientos no son absolutos, es decir el cumplir los mandamientos no nos salva.»

Decía Chus:

-«La salvación no nos viene por ser buenos, cumplidores y perfectos sino por la fe en Jesucristo. El que no crea en la Resurrección de Jesucristo no tiene Fe.»

«Si Jesucristo no hubiera resucitado, habría sido un gran hombre, un gran teólogo, un profeta, un moralista, como otros muchos… Pero lo que le hace diferente, lo que lo eleva a una dimensión sobrenatural y le da trascendencia es que resucitó, venció a la muerte y eso suscita Fe. Gracias Señor porque después de mi muerte me voy a encontrar contigo.»

«La Fe en la Resurrección se convierte en la ley del Espíritu. Ya no nos salva el cumplimiento de la regla. Creer que Dios, en Jesucristo nos ha regalado gratuitamente, sin ningún mérito de nuestra parte, la vida eterna, que ya está sucediendo en medio de nosotros.»

-«Toda evangelización sin Resurrección y sin la Fe que nace de la resurrección de Jesucristo es un engaño, una mentira. Querrán cambiar el mundo, hacer un mundo más justo, más bueno, etc.»

-«Sto. Domingo ya les dijo a sus frailes que las constituciones no son salvíficas.»

-«Antes en los monasterios, el modelo de perfección era cumplir la regla…Evangelizadores rígidos, duros… Cuando veáis una congregación joven, nueva, con muchas vocaciones fundamentadas en la rigidez, en el cumplimiento de las obras y perfeccionismos, que no os engañen, es mentira!»

-«El Papa dice que el Espíritu Santo no es amigo de lo rígido.»

Al oír todo esto, algo empezó a vibrar en mi corazón, empecé a entender ese episodio de mi vida desde el corazón, en lugar de desde la razón, e iluminado por el Señor. Claro, aquello no era para mí, el Señor me tenía reservado una intimidad con Él mucho mayor y más profunda, no desde el cumplimiento de la regla y las normas para ser perfecta sino desde la vivencia de un encuentro personal con Él, desde la Fe en un Cristo vivo y resucitado que arde de amor por mí de manera completamente gratuita, sin ningún mérito por mi parte, solo porque Él es así de Grande. Tan Grande que ha muerto por mí y derramado hasta la última gota de su sangre. Tan Grande que me ha acompañado toda mi vida y siempre había estado a mi lado aunque yo no tenía ojos para reconocerle. Tan es así que siempre había pensado que no estuvo conmigo en el noviciado y resulta que fue Él quien en la primera semana me dio la certeza y la seguridad de que aquello no era para mí, claro, ahora entiendo, aquella absoluta certeza venía del Señor, que alegría y que gozo tan grande el saber que el Señor sí estuvo allí conmigo, no me había fallado, no me había dejado sola.

Entendí que lo de las 3 semanas, que siempre lo había vivido como una humillación, no había sido una frivolidad ni fruto de mi inmadurez como tantas veces les oí decir a las monjas y a mi padre, sino que fue el tiempo justo que el Señor me regaló para darme cuenta que eso no era para mí y el suficiente para que no se pervirtiera mi corazón ni la herida se hiciera más honda. No quiero hacer un juicio sobre la orden ni entrar a si es del Señor o no, eso a mí no me corresponde en absoluto y Dios me libre de juzgar, pero de todas las personas que conocí allí muchísimas se han ido saliendo, unas después de unos meses, otras después de unos años y algunas incluso después de décadas. He visto a muchas de ellas salirse fatal, con graves enfermedades psicológicas como la anorexia nerviosa, la bulimia y profundas depresiones. Gloria al Señor que me libró de todo eso. Me resulta una paradoja que las 3 semanas que siempre fueron un motivo de burla y humillación, el Señor lo ha transformado en una señal de su profundo amor hacia mí, por no dejarme quedar allí más tiempo para preservarme y que no se pervirtiera mi corazón.

El otro día hablando sobre la Virgen con unos amigos de Maranatha, y sobre la “Virgen del detalle” que nos ha comentado muchas veces Chus, creo que no lo dije en alto pero sí pensé para mis adentros que nunca había tenido una vivencia de la Virgen y mira tú por donde, que al final de la eucaristía en la que sucedió todo esto, en el canto a la Virgen sentí que ella fue quién con su cariño y amor de madre me sacó de allí bajo su manto y su protección. Entré allí buscando llenar un vacío que había en mi corazón tras la muerte de mi madre y fue mi Madre del cielo la que me rescató con su delicadeza y amor maternal.

¡¡Gloria al Señor!!

[1] Testimonio de la obra del Señor en mi corazón- Disponible en la web Maranatha.es
(https://maranatha.es/2020/12/23/testimonio-de-la-obra-del-senor-en-mi-corazon)

BAJO SU MANTO