40. Retembló el lugar.Por Chus Villarroel
La predicación de Pedro a raíz de la resurrección creó un pueblo nuevo, con unos sentimientos nuevos y una esperanza nueva. Nacía algo radicalmente nuevo pero en un tronco viejo. Al principio la nueva realidad no tenía todavía identidad propia. Había brotado en el judaísmo y se apelaba a los profetas judíos para darle autenticidad y probar su legitimidad sin que todavía pudiera autodefinirse y encontrar el sitio donde pudiera colocarse. Iban sucediendo experiencias magníficas y sentían en sus espíritus una novedad que les cambiaba la vida y les daba una identidad nueva.
Yo muchas veces he pensado por qué el Señor no les pondría las cosas más claras. Este pueblo nuevo necesitaba una teología nueva, pero el Señor les daba solo experiencias nuevas que tuvieron que ir integrando hasta saber quiénes eran. La nueva identidad la tiene que formular la teología pero al principio solo había experiencias y testimonios, ideas tenían pocas. Las luchas que hubo al principio podrían haberse evitado con un poco más de claridad. Sin embargo, el Espíritu Santo no estaba por la labor. Por algo será. Se nos dice que iban al templo a orar cada día. Pero, ¿qué oraban y a quien oraban? Lo que tenían en el alma era a Jesús el resucitado del cual en el templo no había rastro, más bien allí solo podrían conectar con el terrible rechazo con que ese templo y esa religiosidad le había depurado y expulsado.
Se nos dice también que cuando estaban entre ellos tenían un solo corazón y una sola alma y llegaron a tanto que hasta renovaron su régimen económico poniéndolo todo en común y dando a cada cual según sus necesidades. Oraban mucho juntos porque el Espíritu les impulsaba a ello y partían el pan por las casas, es decir, celebraban la eucaristía. Poquito a poco fueron creando sus estructuras no para distinguirse de los judíos porque aún no sentían la urgencia pero sí para sentirse sí mismos. Fue naciendo la comunidad -la Iglesia- que es una realidad no impuesta desde fuera sino desde la necesidad interior. Necesitaban estar juntos y celebrar sus misterios que todavía no habían definido con claridad.
Se nos dice también que al principio gozaban del favor de todo el pueblo. Los primeros cristianos cayeron bien al pueblo judío y se dejaban querer. Parece una cosa buena pero en realidad esta simpatía no les dejaba crecer. Los mimos paralizan. Las autoridades, sin embargo, fueron cambiando el sentir de la gente, cesaron los mimos, y comenzó la persecución. Pedro y Juan fueron encarcelados varias veces y parte de los cristianos tuvieron que huir de Jerusalén. El más sensato en medio de esta controversia fue un fariseo llamado Gamaliel, maestro de la ley que advirtió a los jefes: “Mirad bien lo que vais a hacer con estos hombres, porque sabemos de varios que iniciaron algo semejante y todo acabó en nada. Por eso os recomiendo que no os metáis con ellos porque si este movimiento es humano va a desaparecer por sí mismo pero, si es de Dios, no conseguiréis destruirlo y os encontraréis con que estáis luchando contra el mismo Dios”.
La lucha, sin embargo, había llegado al punto de no retorno. Todo se enconó más. Murió lapidado el diácono Esteban y la necesidad de división y separación se hizo patente. Solo con la división llegaría la paz pero los cristianos caminaban todavía en pura fe. Los judíos siguieron persiguiendo y los cristianos siguieron buscando su propia identidad para separarse definitivamente. No fue fácil. Todos los cristianos de la primera generación eran judíos, anclados en la ley y con tradiciones y costumbres sacralizadas desde hacía muchos siglos. ¿Quién podía romper esas ataduras? Jesús había sido valiente y había superado el sábado y otras sacralizaciones judías pero los apóstoles no tenían seguridad ni base personal para hacerlo. Eran hombres sin estudios y sin conocimientos de la ley y de la tradición religiosa judía.
Necesitaban una conversión hacia la universalidad. Tendrían que ser un pueblo universal o católico. Pero estaban muy lejos todavía de poder ni siquiera vislumbrarlo. Más bien no aceptaban desgajarse del pueblo judío, un pueblo con una solera de 2000 años. Vivir al rebufo del judaísmo era su ideal pero la realidad lo hizo imposible. El camino hacia el catolicismo o universalidad va a ser emocionante. Católico significa universal. Hacia ahí les llevaba el Espíritu Santo pero en un proceso histórico apasionante que iremos viendo. La persecución hizo saltar el primer clavo que les ataba a su pasado judío. Se quedaron sin el afecto de los judíos y tuvieron que buscarlo entre ellos mismos.
En el capítulo cuarto de los Hechos se nos cuenta una gran oración cristiana en la que se clamaba a Dios para entender una persecución que no se explicaban. Citando a Sal, 2, 12 dicen: “¿Por qué se agitan contra nosotros, por qué esos proyectos de destrucción? Todos se alían contra el Señor y contra su Mesías”. Gritaron al Señor en su angustia y cuando terminaron la oración “retembló el lugar donde estaban orando y todos quedaron llenos de Espíritu Santo”. Estas experiencias les daban cada día una fuerza e ímpetu renovado.
Alguno me podría preguntar por qué hablo de estas cosas si de lo que se trata es del coronavirus. Pues le diré que muchos tenemos mucha pena. Nosotros y España entera, durante dos mil años hemos sido un pueblo al que la resurrección de Cristo ha hecho feliz y ahora en todo el tratamiento de este virus, con los muchos miles de muertos por medio, no se escucha ni una palabra de trascendencia y esperanza teologal. No hay un homenaje público a tantos miles de difuntos queridos. Se les está enterrando casi a escondidas. Si a ti, que me preguntas esto, no te importa, te digo que “allá tú, es tu problema” pero a mí me produce mucha pena y estoy seguro de que a tu abuela y bisabuela también. Yo sé que somos oficialmente un país laico, no obstante, el vacío que produce esta laicidad negativa y excluyente, a muchos nos hace daño. Creo que es bueno recordarnos y ayudarnos a meditar en la roca de la que hemos sido cortados.
Tienes razón: ¡¡Con LA GENERACIÓN 40 este bicho se ha cebado!!… Algunos de sus herederos los estamos ignorando. No quiero acostumbrarme a esa estadística diaria de más de 400 fallecidos: tienen nombre, tienen rostro,… Pongámoslos ante el Señor resucitado.
La vida es como el mar y como el resto de la naturaleza, fluye y cambia de estado. Ahora estamos en medio del huracan y pasará, pero hay que dejar que Jesús lleve el timón de nuestra barca.
Lo que está desvelando este momento de la historia es que, si no se le dice a cada hombre al principio de su vida, por encima de todo, que Dios le ama, se creerá muy libre de elegir si Dios existe o no, pero arrastrará siempre la maldición de no ser nada y pensará que los demás tampoco. Estamos viendo los primeros frutos de una generación sin esperanza. Todo lo que no sea resistir unidos como especie por la supervivencia es irrelevante.
Hemos deteriorado con la contaminación la capa que nos proteje de los rayos UVA y nos estamos quemando. Hemos tapado el sol y todo es gris. Como cuando los israelitas adoraban a otros dioses, perdian sus batallas y eran esclavizados por otros pueblos. Por eso el Señor tiene que rescatar a sus ovejas una a una.
En mi trabajo pidieron que hicieramos una poesia entre todos sobre el coronavirus. Yo puse, además de unas cuantas tonterías, que solo se puede esperar y rezar. Al segundo saltó una compañera diciendo que eso es deprimente y se negó en rotundo a que lo pusieran, levantó un muro. Entendí lo que puede ser la persecución por defender, ya no a Cristo, sino a Dios. Le pido que me ayude a entender eso de ser astuta como serpiente. Chus si se te ocurre algo…
Sólo nos queda el camino de proclamar nuestra libertad de creer en lo que nos da la gana. El Señor está con nosotros. No nos lonpuede quitar nadie
El caso es que también esto es un desafío para los cristianos. La astucia es no provocar lo peor en los demás, la envidia, el odio, el que piensen que nos creemos mejores o mas privilegiados… Y eso solo lo pudo hacer bien Jesucristo. Sólo El es santo…
Lo tiene que hacer también en nosotros
¿Cómo se ha llegado hasta aquí?
Respondió: «Os digo que si éstos callan gritarán las piedras.»
Lucas 19: 40
Al principio los cristianos primitivos vivían la fe con una novedad y una frescura envidiable, que ayudados por el Espíritu Santo les sobrepasaba su naturaleza.
El tiempo fue transcurriendo y las situaciones fueron cambiando.
Hoy nos encontramos con una situación inédita en nuestra sociedad por los cambios culturales y promocionado por la laicidad imperante.
Debemos preguntarnos todos el por qué y ¿cómo ha podido darse este cambio?.
Todos debemos reflexionar. Sin excluir a nadie, pues tenemos nuestra cuota de responsabilidad.
Por experiencia el Espíritu Santo nos lleva a la Verdad, con una fe viva en Jesucristo, despojándonos de devocionismos y cierta religiosidad.
¿Cuántos en la Renovación hemos encontrado a Jesucristo después de haber desertado como El Hijo Pródigo?.
A pesar de todo, Jesucristo lleva la Iglesia y nuestras vidas, como en la barca azotada por la tempestad y que con total confianza en Él, sabemos que llegará a buen puerto.
¡GLORIA AL SEÑOR!
Dudo y estoy convencido de que Jesús no les predicaba o hablara claro a los apóstoles y a las personas que le escuchaban. Su pasión y muerte fue cruenta y no light. Lo que ocurrió es que aquellos hombres, como nosotros, eran y somos soberbios. Nos creemos en posesión de la verdad y no aceptamos que otra persona, que nosotros consideramos como inferior, venga a darnos lecciones del tema que sea. Por eso, comentaba ayer, que si nosotros tuviéramos que arrepentirnos solos de nuestros pecados, en la mayoría de los casos, el culpable sería otro o las circunstancias.
Los Sumos Sacerdotes no podían admitir que el hijo del carpintero, nacido en un pueblecito pequeño como Belén, fuese nada más y nada menos que el hijo de Dios. Ese Dios del que ellos sabían todo, conocían sus mandamientos y que habían cubierto con “capas de cebolla”, según sus intereses o forma de ver las cosas.
Jesús les habló del amor al prójimo, de perdonar las ofensas, pero ellos tenían presente “la ley del talión”.
Jesús curó en sábado a los necesitados, pero para ellos los importante era no hacer nada en el sábado.
Jesús, después de orar y bendecir los cinco panes dio de comer a una inmensidad de personas. A ellos sólo les quedó que habían comido gratis sin saber de dónde habían sacado los alimentos, por eso había que hacerle rey.
Ellos esperaban a un gran rey que les librara de los romanos, que les llevase a una victoria de su pueblo, pero Jesús les predicaba paz, perdón y amor a los enemigos. Por eso prefirieron a Barrabás, el guerrillero, el hombre de mundo, a ese Jesús, coronado de espinas, azotado, con una caña en la mano y una túnica usada.
Ellos querían ser los primeros. Uno a la derecha y otro a la izquierda en el reino, petición natural de una madre. Pero Jesús les dijo que el primero tenía que ser el servidor de los demás y lo demostró lavándoles los pies.
Tuvo que venir el Espíritu Santo para que aquellas personas vieran con claridad y comprendieran todo lo que habían visto y oído en compañía de Jesús.
Ahora, con el “corona virus” nos ocurre lo mismo. Una situación que pretendemos arreglar con nuestra inteligencia, con nuestras fuerzas, pero no nos acordamos de Dios. Para nosotros ese Ser no existe, es una invención de los cristianos. En los tiempos de Jonás, aquella ciudad, Nínive, si escuchó, se convirtió, e hizo penitencia, y obtuvieron el perdón, y se salvaron de la destrucción. Nosotros no somos capaces de ver que el virus, nos ha enseñado, que la vida que llevábamos es como un hilo, que en cualquier momento se puede partir, y que debemos de cambiar.
Ojala que el Espíritu Santo venga sobre los habitantes de nuestro mundo, le escuchemos, nos arrepintamos sinceramente, y cambiemos nuestra sociedad para el bien de todos, en lugar de que sea para, sólo el de unos. En ese momento confío en que Dios nos librará de esta pandemia. Jesús nos perdonará desde la cruz, pues no sabemos lo que hacemos.
Hay una escena en la película La misión en que el penitente carga con un pesado fardo de objetos que formaron parte de su vida de la que reniega. Llega un momento en que la dureza de su penitencia le impide seguir caminando por un camino empinado y difícil. Sin embargo se niega a tirar esa carga. Es otro compañero misionero jesuita quien decide por él y rompe las ataduras. Nos pasa lo mismo muchas veces. Tenemos ataduras con circunstancias que ocurrieron hace tiempo, ataduras con personas que nos dañaron, pero no somos capaces de romper las ataduras y tiran de nosotros y muchas veces hasta pueden seguirnos hundiendo. A los primeros cristianos les tuvo que doler mucho romper con el judaísmo pero movidos por la fuerza del Espíritu Santo lo hicieron. Esta España laicista hoy nos impide reunirnos para recibir los sacramentos y despide a los difuntos sin duelo, sin nombre y sin sacralidad. Así como han amputado la trascendencia del corazón de generaciones, han amputado hermandad entre nosotros. El patas se ha salido de nuevo con la suya y nos ha dividido y desestabilizado. Pero el Espíritu Santo nos mantiene el fuego encendido en el corazón y sopla sobre las llamas. Haremos duelo individual y colectivo, se volverán a abrir los templos. Seguiran insultándonos por el honor del nombre de Jesús. Seremos mal mirados pero nadie podrá quitarnos la Gloria que hemos recibido. Que el Señor nos de la gracia para romper los lastres que nos arrastran.
Es bonito como el Señor no cambia las circunstancias pero cambia el corazón cuando retiembla el Espíritu. Por eso ante tanta pena, estamos llamados «clamar» en nuestra angustia y en la de tanta gente que está sufriendo en el cuerpo, en el alma y en el espíritu. Te necesitamos tanto Señor, ten piedad de nosotros.
Gracias Chus. Gloria al Señor