39.Fuera de la encarnación. Por Chus Villarroel

Estamos viviendo una Iglesia, en estos momentos de epidemia, muy desencarnada. Casi todo lo que se hace es virtual y lo que siempre se ha llamado pueblo ha desaparecido. Apenas hay sacramentos, ni reuniones. No suena el órgano, ni siquiera la guitarra; ya no hay cantores, ni los niños se preparan para la primera comunión. Apenas se ven curas y si ves a alguno es que está cerrando la iglesia y si le hablas no te atiende. Como mínimo a dos metros. Aún los más devotos llevan semanas sin misa, sin comunión, sin confesión. Si sale el obispo de paseo le ponen no menos de 600 euros de multa. No se reza por los difuntos, no hay funerales, no hay despedidas y lágrimas, se tardan semanas en enterrar a algunos o se les lleva a cremar a Calatayud. Todo muy kafkiano y surrealista. Si se lo hubiéramos contado a un ateo el verano pasado nos diría: “Lo que yo he pensado siempre, que la Iglesia está a punto de desaparecer”.
El Papa nos está poniendo en guardia a causa del peligro de caer en el gnosticismo. El viernes pasado la homilía de Santa Marta la dedicó a esto. Para él el gnosticismo son espiritualismos sin encarnación. Pueden ser las ideologías que viven dentro de sí mismas u otra serie de ideas, mitos o utopías que no conectan con la realidad. Lo mismo sucede con algunos sentimientos de tipo quietista que pierden lo que él llama “la ternura de la carne”. Son así casi todas las filosofías orientales que no entran en la realidad sino que se defienden de ella para que no nos haga daño. El gnóstico tiene dentro de sí los principios de su salvación por eso promueven una salvación sin salvador.
Todas estas cosas tienen en común que son subjetivas, sin encarnación, sin Cristo, sin gente, sin pueblo. Un Dios sin Cristo, un Cristo sin Iglesia y una Iglesia sin pueblo ni comunidad. No se percibe el calor de la carne y de la vida. No hay cercanía. Lo que estamos viviendo estos días se parece un poco a lo que decimos. Hay cantidad de celebraciones y de reuniones pero virtuales que no eliminan del todo el calor humano pero que no lo explayan más que a medias. Una familiaridad sin la reunión del pueblo, puede favorecer una familiaridad gnóstica. Puede ser que estemos muy comunicados mas no juntos. Esto no es la Iglesia. El ideal de Iglesia siempre es con el pueblo y los sacramentos. Quizás en este momento debemos hacer la familiaridad de este modo pero para salir del túnel no para permanecer en él. Esto es lo que nos dice el Papa.
San Juan en su primera carta ya entró en serio en el tema. Nos dice: “Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne es de Dios» (1ªJn 4, 2). Por aquella época, hacia el año 100 de nuestra era, había mucho gnosticismo. Pensaban que había dentro del hombre suficientes ideas de salvación sin necesidad de ningún salvador y menos venido en carne. Desechaban totalmente la humanidad de Cristo. Esta tendencia ha estado siempre presente en la espiritualidad y en la práctica pastoral. Jesús era Dios, luego su humanidad no era como la mía ni podía sufrir y entender las cosas como nosotros. San Pablo se enfada en Colosenses contra esta gente: “La única realidad es el cuerpo de Cristo” (Col 2, 17).
¿Hay algún problema verdadero en esto que dice el Papa? Pienso que hace bien en decir lo que dice porque nos ayuda a todos a profundizar y a sacar provecho de este enclaustramiento mundial que padecemos por el coronavirus. Ahora bien, si miramos a la gente no la veo yo con cara de gnóstica. Simplemente nos encontramos con unos medios de masas que nos dan un tipo de comunicación que no es el del “calor de la carne” pero que, dentro de lo posible, ayuda. Mientras rezamos juntos con alguna de esas técnicas o alabamos al Señor, hacemos novenas y nos confortamos mutuamente con escritos o con la palabra predicada, no creo que nadie vea problema. Nos sentimos a gusto y damos gracias a Dios de esta comunicación y de este estar juntos. Yo sé de grupos carismáticos que se reúnen y hacen la oración como antes del confinamiento, pero por telemática o telemaquia, como me gusta decir a mí.
Si profundizamos un poco más ya llegan los problemas y en esto es la Iglesia la que tiene que dar normas. ¿Se puede uno confesar por videollamada o por Skype o por alguna otra técnica semejante? Otro ejemplo: ¿Puede un sacerdote decir la eucaristía para seis o siete personas, o más o menos, con la presencialidad de estas técnicas y consagrar su pan y su vino y el que cada uno ponga para él en su casa? Al ser la consagración un algo espiritual, parece que podría ser factible. ¿Quedarían consagrados los panes y el vino de cada uno? Se trata de que la comunión en vez de una comunión espiritual sea sacramental, siempre que la reunión la presida un sacerdote. ¿Puede ser posible esto en caso de encerronas como la que padecemos? En caso de no dar permiso, el sacramento, si se hace: ¿sería ilícito o sería inválido? Consultadlo a vuestro obispo.