19. Las cuatro heridas. Por Chus Villarroel
Metiéndonos un poco más en teología sería interesante ver cómo se ha interpretado en la Iglesia los efectos del pecado original en nosotros. Interesa sobre todo para encuadrar bien esta ola de coronavirus que nos está infectando y en general todo el misterio del mal en el mundo.
San Pablo, San Agustín y Lutero piensan que el pecado ha destruido la naturaleza humana del todo y ahora lo que se requiere es descubrir la criatura nueva que nos viene por la gracia de Jesucristo, porque lo viejo ya ha pasado. Hablan de una criatura nueva, de una nueva creación. La naturaleza humana, según ellos, está tan corrompida por el pecado original que la gracia tiene que recrearla. San Pablo, por ejemplo, en la Carta a los Romanos enfatiza tremendamente el hecho de que los hombres somos objetos de ira y de que estamos todos encerrados en el pecado sin posibilidad alguna de salida. Ahora bien, San Pablo no es un moralista, es un predicador y su intento no es juzgar al hombre ni condenarlo sino resaltar el inmenso amor y la gratuidad de Dios al amarlo y perdonarlo en Jesucristo. Para que todos amemos a Cristo y a su inmensa gracia nos hace ver de dónde hemos sido sacados.
Yo me considero un hombre de gratuidad y tengo la misma tendencia. Mis primeras vivencias de Cristo fueron al hilo de la gratuidad. A mí se me reveló el Cristo gratuito. Antes de esta revelación yo sólo hablaba de Dios. Cristo no existía en mi conciencia y menos en mis vivencias. Descubierto como gratuidad y salvación quedé tan fascinado que solo quería que los hombres se enamoraran de él. Ni le daba importancia al pecado ni al mal en el mundo sabiendo que para él existía un redentor. Otros ven a Dios desde el pecado, yo veo al pecado ya asumido y perdonado por Cristo. No puedo ver, por tanto, su parte mala y destructiva, aunque sé que la tiene.
San Pablo es muy espiritualista y poco interesado por las cosas de este mundo. Si le preguntáramos sobre el tema del coronavirus nos respondería que es un signo más de que el Señor volverá pronto y de que la representación de este mundo se termina. Nos invitaría a centrarnos en la salvación de Dios realizada en la persona de Jesucristo en la que únicamente cobra sentido la historia porque todo está hecho para que Cristo sea el pleroma, es decir, la plenitud de todo lo creado.
Santo Tomás de Aquino, sin negar lo de San Pablo, recoloca en la historia lo que para el apóstol era pura urgencia. Santo Tomás también piensa como él que el pecado original hizo mucho daño a la naturaleza humana pero no hasta el punto de destruirla. La gracia no tiene que recrear del todo al hombre y transformarlo en una criatura nueva, sino que hay algo aprovechable en la vieja. Al perder la justicia original la naturaleza humana ha quedado a merced de sus propias fuerzas, muy debilitadas, pero conserva mucho de su bondad y belleza naturales. El languor naturae o debilidad de la naturaleza, se expresa sobre todo en la disminución de la inclinación de sus potencias al bien. Conserva, sin embargo, una cierta inclinación a la virtud y al bien racional. El hombre puede subsistir gracias a su racionalidad que es la que debe moderar ahora, sin justicia original, todos sus actos.
La relación con Dios a través de Jesucristo pasa en Santo Tomás por la gracia santificante que es gratuita y que va rehabilitando en santidad poco a poco al hombre viejo destruido por el pecado. Todo esto se realiza en él con mucha dificultad por razón de cuatro heridas principales que recibió a causa del pecado. La primera herida en la Razón que ha dejado de estar sometida a Dios y llega difícilmente a conocer el bien natural. La segunda la recibió en la voluntad por la que nos llega la malicia. La competencia y ser el centro domina nuestra forma de ser. La tercera herida la recibió el hombre en el apetito concupiscente desordenando todo el tema de la sexualidad, alimentación y otros placeres sensibles. La cuarta herida en el esfuerzo, el clásico apetito irascible. Por esta herida estamos sometidos a la debilidad. Su herida es la debilidad. La capacidad de superación y de progreso se ha tornado imposible. No puede con el pecado y con los instintos.
Si le preguntamos a Santo Tomás por el coronavirus veríamos que no lo entendería de una manera más o menos apocalíptica como san Pablo. No pasaría de ver en ello un signo que, aunque no venga de Dios, sirve para llamarnos la atención de lo importante de la vida. Nosotros, bajo el peso de las cuatro heridas, estamos debilitados y con peligro de perdernos y equivocarnos en nuestro caminar hacia nuestro fin último. Todos los que centramos nuestra espiritualidad en la gratuidad de la salvación tenemos el peligro de minimizar las cosas de este mundo; los que como Santo Tomás se fijan en que la obra de la gratuidad, es decir, nuestra santificación y redención se realizan en un proceso tienen un sentido histórico menos apremiante. Para ellos el coronavirus no tiene ningún sentido apocalíptico o escatológico. Yo personalmente siento de mí que he sido salvado en la gratuidad de San Pablo, pero vivo la vida y mi camino hacia la santidad en un proceso como el de Santo Tomás. Somos salvados para ir poco a poco actuándola y llegando a su plenitud en la santidad que el Señor nos quiera dar.
Gracias Chus porque pones las palabras a nuestro vivir. Gloria al Señor.
A mí estos días se me han ido manifestando claramente las cuatro heridas, con fuerza. Hoy, mucho antes de amanecer, se manifestaron como «la nada en mí». Supongo que olfateé el ateísmo. Entonces recordé algo que te escuché y me he dicho: así sería tu vida siempre sin Cristo. Entonces Él vino a socorrerme, encarnando la gratuidad en mí. Después el llanto, la gratitud y el amor.
Para poder tener vida eterna tenemos que pasar por esta vida, aunque sea un instante y no tengamos que aportar nada en ningún proceso, por tener ya suficiente con la voluntad o la gracia de Dios. Eso es estar encerrados en el pecado. Pero si no sabemos que estamos encerrados porque tenemos que ser otra cosa, o no queremos que nos transformen, nos desesperamos poniendo barricadas contra la muerte. Esa es la solidaridad basada en el miedo y los solidarios en el miedo matariamos de nuevo a Jesús, por hacer la voluntad del Padre en lugar de hacer milagros. Otra cosa es la solidaridad por amor, pero ésta solo se puede hacer dejando que se haga en nosotros la Voluntad de Dios
Descubierto como gratuidad y salvación quedé tan fascinado que solo quería que los hombres se enamoraran de él. Ni le daba importancia al pecado ni al mal en el mundo sabiendo que para él existía un redentor. Otros ven a Dios desde el pecado, yo veo al pecado ya asumido y perdonado por Cristo.
Gracias, querido Chus.
Yo necesito que me lo repitan mucho. Reconozco esta verdad, que me llena de gozo y de paz; te agradezco que la proclames hasta que penetre en mi corazón de una vez para siempre.
Gloria al Señor.
La reflexión de hoy, Chus la explica muy bien, no solamente por lo detallada que es por su formación, sino por que lo que escribe él lo ha experimentado.
Esa experiencia nos viene primero de entender lo que se nos predica, pues la fe ahí comienza, y luego es una gracia del Espíritu Santo que nos es revelada en su momento.
Ese momento no es uniforme para todos los creyentes, más bien es aleatorio según la madurez espiritual.
En la Renovación muchas personas siguen a veces con muchas devociones pasado un tiempo después de años de asistir a los grupos.
Aunque todas ellas son muy buenas y nos ayudan a caminar, siempre se nos dice que no perdamos la perspectiva, Jesucristo y su Espíritu Santo.
Además se nos han dado enseñanzas hasta la saciedad sobre la gratuidad.
A continuación transcribo mi reflexión que envié en su día a una hermana del grupo.
«Jesucristo es el único mediador que nos lleva a Dios Padre. Es el Camino, la Verdad y la Vida.
Él nos dió la Salvación gratuita y por su sangre fuimos justificados y son perdonados nuestros pecados.
En la Renovación y particularmente la predicación de la gratuidad, nos hace experimentar la alegría de sentirnos salvados y amados por el Señor, y como consecuencia brota en nosotros la alegría manifestada en la Alabanza.
Chus hace hincapié en la humanidad de Jesucristo, que al ser de nuestra misma carne podemos experimentarlo por medio del Espíritu Santo, que a su vez es el Espíritu de Jesucristo resucitado.
El seguimiento a Jesucristo nos da su Gracia, con la Fe, la Esperanza, la Caridad y el arrepentimiento, que se refiere a la conversión, al cambio de mentalidad, en definitiva cambio de vida.
En esa experiencia de conversión referida a la gratuidad, y no al cumplimiento y la retribución para hacer méritos por nuestra salvación, están todas las obras buenas que hagamos.
Hay distintos niveles de entender y experimentar con la acción del Espíritu Santo.
La gracia barata a la que a veces se ha referido Chus, es aquel simplismo de pensar que como estamos salvados gratuitamente puedo vivir sin problema y sin experimentar ningún cambio en mi vida.
En cambio si nuestras vidas están bajo la relación permanente con el Espíritu Santo, se producirá una transformación, diferente en las personas según el condicionamiento particular, del entorno, la educación, el carácter, etc.
En ese proceso con la experiencia de que el Señor lleva nuestras vidas, ya no nos preocupan tanto nuestras pobrezas, y desaparece la culpabilidad, al sentirnos muy amados por el Señor sabiendo que Él nos irá mejorando en un camino hacia la santidad a pesar de nuestras dudas racionales.»
¡GLORIA AL SEÑOR!
Siempre que te escucho esto de las cuatro heridas y de la visión diferente que aportó Santo Tomás me llena de gozo. Es la gratuidad máxima , no a medias, eso de que hay algo en el hombre aprovechable no todo es tan malo, aquí se ve la santidad de Tomás, no sólo su faceta intelectual.
!Qué trato con el Señor tuvo que vivir para que fuera iluminado así!
Ya me gozaba al oírlo cuando no era dominica pero ahora aún más, no se , es como si ya fuera de su familia y animo a los que se gozan como yo en esto que se unan a esta familia dominicana.
Es …. !otro regalo más del Señor!
En mi vida he sido pobre en el vocabulario y no se expresar con bonitas palabras todo lo que siento. Pero hace mucho tiempo comprendí que cuando Adán y Eva comieron de la fruta del árbol del bien y del mal, adquirieron esos conocimientos, y descubrieron que su deseo de ser como Dios era un pecado de soberbia, quizá el primer pecado de la humanidad, al que siguieron la envidia de Caín, que le llevó a matar a su hermano. También la madre de Esaú y Jacob utilizó la mentira para sus propósitos. Y José fue vendido por sus hermanos por envidia. Pero no todo era malo en aquellos tiempos. Abel hacía ofrendas buenas a Dios. Noe y su familia fueron salvados del diluvio. A Abrahán no le importó hasta sacrificar, por obediencia, a su hijo querido y enviado por Dios por amor a Él. Pero ese Dios no lo consintió. Y regateó a Dios, también por amor, para salvar a los habitantes de Sodoma y Gomorra. José supo perdonar a sus hermanos con generosidad. Un sin fin de obras buenas y malas. Y vino Jesús, y todos esos males o pecados se cometieron contra su persona. Y Él cargó con ellos hasta la cruz. Y en ella pidió a su Padre que perdonase a aquellos hombres su pecado. Y por esa aceptación y prueba de amor, su Padre le resucitó de entre los muertos. Esa es su enseñanza. Si queremos resucitar, amemos a nuestro prójimo.
Hoy por hoy no me siento capaz de filosofar ni de teorizar desde la teología sobre prácticamente nada. El misterio del pecado original y sus efectos analizados desde la perspectiva de distintas autoridades no me quita la angustia. La filosofía, el arte, la teología, la ciencia se desarrollaron cuando las civilizaciones empezaron a tener la tripa llena y el enemigo lejos. Hoy mucha gente está amenazada. El virus salió de una dictadura comunista y de un ámbito insalubre. Ha llegado y ha puesto patas arriba nuestras seguridades. Si te han despedido, si estás contagiado, si no te llega para la compra, si estás solo, si has perdido a alguien y ni siquiera sabes dónde está el cadaver, la Teología no te va a ayudar casi nada. Hoy solo me ayuda la esperanza y me ayuda acordarme de Cristo cuando se admiraba de la falta de fe de sus paisanos, y otro día se admiraba de la fe del centurión. Si Jesús tiene tanta seguridad en que la fe activa el milagro necesario, yo quiero, como Bartimeo, aferrarme a la fe en Jesús: Él quiere ayudarnos y lo puede hacer si creemos él. Y quiero aferrarme en la fe en la gente de bien que en estos días está sacando las cosas adelante con una generosidad salida del corazón y de un valor que, quizá alejada de la Iglesia, pero indudablemente tiene el sello de Jesuscristo que nos enseñó a amar al prójimo, si es preciso dando la vida.
Esta vez padre Chus creo que mi capacidad intelectual y mis conocimientos no son suficientes para entenderte del todo.
Creo como Santo Tomás, que a pesar del pecado original, la creación sigue siendo de una belleza y bondad que asombra. Y lo dije ayer: Dios no abandona su obra, ¡pero si nos mandó al Redentor! ¡Qué más queremos! Si todo está hecho para que Cristo sea el pleroma, plenitud de todo lo creado.
Y Cristo tuvo naturaleza humana y nos enseñó que tenemos capacidad para mucho, muchísimo, como hombres. El coronavirus, sin quitarle la importancia que tiene y su capacidad devastadora, no es lo peor que le ha sucedido ni le sucederá a la humanidad. Pero lo que sí es una oportunidad para recapacitar sobre esas cuatro heridas. ¿Tanta Razón para acabar siendo animalitos pendientes solo de nuestras necesidades físicas y nuestra supervivencia individual? A esto se llega cuando se olvida que todo es de Dios y para Dios. Se está viendo mucha ayuda, colaboración y altruismo (voluntad y esfuerzo) estos días. Pero veremos si esto deja un poso de piedad y caridad en el corazón de muchos cuando esto haya pasado. ¡Gloria al Señor!
Está muy bien esta clasificación de las cuatro heridas que nos dificultan muy mucho el camino al cielo, a la plenitud del ser querida por el Creador. Yo lo vivo continuamente y me quedo perplejo al comprobar como actúan en mi a pesar del paso de los años, que ya son muchos. Voy perdiendo la esperanza de que el simple paso del tiempo cauterizaría esas heridas y quiero agarrarme a la actuación de la gracia santificarte en un proceso creciente hacia la santidad, palabra que me da un poco de vergüenza pronunciar.
Cuánto me ha hecho pensar esta enseñanza tuya de hoy Chus, sobre el pecado original y las consecuencias de el sobre el hombre, viejo y nuevo…
Refieres que: «San Pablo, San Agustín y Lutero piensan que el pecado ha destruido la naturaleza humana del todo y ahora lo que se requiere es descubrir la criatura nueva que nos viene por la gracia de Jesucristo, porque lo viejo ya ha pasado.»
Yo me remonto al Génesis y veo que el hombre fue creado por el aliento de Dios, la Rúah Santa, luego llevamos su Espíritu Divino que se ocultó y encerró por la desobediencia del hombre, el mal entró en el Paraíso, creación de Dios para sus criaturas. Pero Dios en su sabiduría desde el primer momento y antes ya previó el remedio para salvar al hombre y lo veo en Caín, al que, después de matar a su hermano Abel, Dios le dijo: andarás vagando por el mundo sin poder descansar jamás y Caín le respondió al Señor que entonces cualquiera podría matarle pero Él le tapó con una fuerte piel y le dijo: pues si alguien te mata será castigado 7 veces y, ya entonces, el Señor le puso una señal a Caín para que el que lo encontrará no lo matará.
Creo que este episodio es figura de cada uno de nosotros. Dios preservó nuestra naturaleza caída (hombre viejo= hombre separado de Dios) hasta la venida de su Único Hijo, quién nos daría el volverá a ser criatura (hombre nuevo= hombre con su espíritu abierto nuevamente a Dios) en la naturaleza resucitada de Jesucristo, a quién lo acogiera., luego entonces nuestra naturaleza Dios desde el principio la preservó, no fue destruida sino dañada. Por eso en los evangelios se habla tanto de las «curaciones» de todo tipo que iba realizando Jesús cómo muestra de la curación plena que el Señor en Su Humanidad daría al hombre en su pasión muerte y resurrección, así como en «estas almas santas, que esperaban a su Libertador en el seno de Abraham, a las que Jesucristo liberó cuando descendió a los infiernos» (Catecismo Romano, 1, 6, 3). Y si decimos que resucitaremos en carne mortal: la naturaleza creada por Dios en Su Aliento, el alma y el espíritu, en el Último Día a todo el que crea en Jesucristo, pues… yo soy una ignorante pero veo que nuestra naturaleza primera nunca se destruyó sino que en Jesucristo somos renovados ya en esta vida y para el fin de los tiempos.
EL QUE COMA MI CARNE Y BEBA MI SANGRE TIENE LA VIDA ETERNA Y YO LE RESUCITARÉ EN EL ÚLTIMO DÍA, dice Jesús.
¡Señor, Ver tu rostro y la cara de nuestro Creador que imagino brillaba como el sol con el de sus criaturas es todo lo que deseo hoy en cada hermano, circunstancia y en la eternidad!