18. Reato de pena.Por Chus Villarroel
Estos días no se puede hablar con algunos ateos. Si se te ocurre decir que estamos en manos de Dios, te gritan con rabia: “Pues solo faltaba que en una como ésta unos estén enchufados y otros no”. No se dan cuenta que están gritando por la fe de la que carecen. Tampoco se dan cuenta de que gritan con una soberbia sin redención, mientras no se paren un poco y se arrodillen. No se entienden a sí mismo y todo les hace mucho daño.
Yo tengo claro que estamos perdonados por la muerte de Jesucristo y gratuitamente salvados. Tengo claro de que de ahí se saca mucha paz. Mas, también tengo claro que no es por enchufe ni por méritos personales de ninguna clase. Aquí nadie es más que nadie, pero sí somos distintos unos de otros. Yo podía haber sido un soberbio y tengo suficientes datos para decir lo que digo, pero he sido salvado por la vida, me he dejado salvar y resulta que en la vida he encontrado a Dios. Entonces el coronavirus me fastidia un montón, pero no me enfrenta con mi propio absurdo como al ateo porque he sido sacado del absurdo. Mi grito, por tanto no es de rabia ni contra nadie.
Lo que pasa es que esto suena bien en los momentos de bonanza, pero en realidad, aunque estamos salvados parece que no lo estamos. Y para evitar la crispación de la palabra moderna me voy a la medieval. Santo Tomás dice que estamos salvados del reato de culpa, pero no del reato de pena. Reato es una palabra que significa ser reo. No somos reos de culpa porque nos ha liberado Jesucristo tanto del pecado original como de los personales entregados a su cruz. Por lo tanto, ya estamos salvados y somos hijos de Dios. Pero seguimos siendo reos de una pena que aún tenemos que soportar y termina con la muerte. Este reato durará hasta el fin del mundo porque es nuestro tributo y acompañamiento al que sufrió Cristo por nosotros. Al que entienda esto en el Espíritu le encantara sufrir por Cristo y por los que Cristo ama que son todos los hombres porque todos son hijos suyos.
Hay que aceptar que unos viven la pandemia de una forma y otros de otra. Yo quisiera que todo el mundo se aprovechara del consuelo de la fe, creo que por puro amor a los hombres sean de la condición que sean. Estas cosas nos hacen tan pobres que todos los enfados, gritos y hasta blasfemias son pataletas de niño y así se lo tomará Dios. Ahora bien, ¿cómo es posible escuchar horas y horas la televisión y la radio y no oír mencionar ni una vez siquiera a Dios y a su consuelo? ¿Cómo es posible no tener cuenta alguna con Jesucristo cuando nuestros padres vivieron y murieron sin rabia por mirarle a los ojos clavado en su cruz?
Me dicen que somos un país laico y me parece bien porque yo distingo el plano de la fe del de la razón. Las cosas del estado pertenecen al plano de la razón política. No me gustan las teocracias. Pero ¿la laicidad significa la exclusión total de la fe? ¿Cómo somos tan radicales? Cuando veo y oigo a los augures de la sociedad actual que hacen planes, prometen bondades para el día de mañana, proclaman el cuento de la lechera para dentro de dos días, me da una pena infinita porque todo lo que dicen no les sale de ninguna seguridad ni propia ni prestada. Si no hay trascendencia el futuro de este mundo se topa pronto con el techo, aunque sea un techo de cristal.
Yo veo que hay mucha gente que odia al coronavirus; no lo ven para nada ni lo sienten como parte del reato de pena de la humanidad. En la filosofía griega cabía la constatación de que debemos de estar pagando alguna injusticia original desconocida por la que sufrimos. En nuestra filosofía actual eso se rechaza porque nos haría cambiar muchas cosas. Somos superhombres, está claro que a eso no podemos renunciar.
Ahora bien, a lo que no podemos renunciar los creyentes es a nuestra claridad derramada en nosotros por el don de Dios que se llama Espíritu Santo y engendra paz. No me importa ser reo de una pena cuando ya está redimida. Esta paz es para todos porque todos somos hijos de Dios. No hay enchufes. Lo que no puede nadie es quitarme el derecho de morir en paz por el hecho de que él muera renegado. Aunque sea por enchufe.
El reato de pena es lo que llevaba encima Jesucristo, porque el de culpa no lo tenía. A lo mejor por eso a mí me produce un respeto y un amor muy grande al desesperado, si es por ejemplo mi amiga doctora que, sin culpa, se muere de miedo cuando piensa que se ha infectado por el virus… El reato de pena es lo que nos puede consolar Jesús, porque el de culpa a los ateos, que por desgracia para la sociedad enferma van creciendo, no les importa nada. Señor, te pido el consuelo inexplicable de tu Espíritu para estos momentos de oscuridad y temor. Y después que te manifiestes, para que todo el mundo sepa que eres Tú quien puede parar el coronavirus y devolver la vida a las víctimas.
Los ateos, en su endurecimiento, en mayor o menor grado, no pueden aceptar -al menos enfrente de un creyente-, que Dios lleva la historia y sabe lo que nos conviene. Su rabia no rechaza al creyente, sino a Dios; como el jornalero de primera hora al dueño del campo, que pagaba lo mismo al de primera como al de última hora; o simplemente, como dice Jesús: «el que a vosotros rechaza, a Mí me rechaza, y el que me rechaza a Mí, rechaza al que me envió».
Acabo de caer en la cuenta de que mi oración, ahora debe ser más insistente por la conversión de los que no creen, porque el Espíritu Santo está deseando encontrar un resquicio de humildad en estos corazones ensoberbecidos, que se resisten a admitir que el Señor actúa en el mundo permitiendo un virus para que nos volvamos a Él, como, por cierto, ya han hecho varios gobernantes públicamente en televisión.
«El Señor da fuerza a su pueblo, el Señor bendice a su pueblo con la paz». Jesús, da tu paz a los que ahora más sufren, da tu paz a los agonizantes y que los difuntos estén Contigo en tu gloria.
Estamos llamados a una fe madura; por esto murió Jesucristo en una cruz para convertirnos en otros cristos y no en niños caprichosos qué a Dios Padre le piden como si fuera el genio de la lámpara, señor que se quite este mal, señor quiero esto, señor que tú lo puedes todo y lo quiero ya y hazlo ya.
Por supuesto que estamos llamados a pedir, pero como Jesucristo a pedir: Señor aparta de mí este cáliz si es posible y si no que se haga tu voluntad. Y es que el sufrió todo lo que nosotros no íbamos a estar dispuestos a sufrir y él lo hizo en abandono no creo que tuviera la carta de navegación de lo que le iba a pasar simplemente confiaba y obedecía totalmente a Su Padre aún viéndose colgado en la cruz muriendo, dejarse en sus manos y entregarse en oración por la salvación de toda la humanidad.
Gracias Chus por tu docilidad al Espiritu Santo en gozo y Cruz. Bendito sea Dios!
Gracias, P.Chus! Gracias por cada palabra! Son rayos de Luz e inmenso Consuelo. Gloria al Señor!
Para los creyentes la cruz está ahí para todos. ¿Quién no tiene alguna cruz a lo largo de su vida?. La actual nos afecta a todos en mayor o menor medida.
Jesús dijo, que cogiéramos nuestra cruz y le siguiéramos.
«Tomándole aparte Pedro, se puso a reprenderle diciendo: «¡Lejos de ti, Señor! ¡De ningún modo te sucederá eso!»
Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: «¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Escándalo eres para mí, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres!
Entonces dijo Jesús a sus discípulos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame.
Porque quien quiera salvar su vida, la perderá, pero quien pierda su vida por mí, la encontrará.»
Mateo 16:22-25
En el confinamiento y su problemática, como en las situaciones más dolorosas, hasta las consecuencias posteriores que nos puedan venir, serán ocasión para vaciarnos de muchas cargas innecesarias.
Las cruces pueden ser de distinta índole, no solamente físicas, y se deben aceptar cuando nos lleguen en compañía con la Cruz de Jesucristo.
Él nos ayudará a llevarlas.
¡GLORIA AL SEÑOR!
Sigues siendo nuestro pastor queridisimo. El Señor te bendiga mas y mas. Gracias!!!
Al “corona virus” habría que llamarle el “Misionero”, pues va de país en país, y además va enseñando, o nos hace meditar, de cuál ha sido nuestro comportamiento en la vida. Quizá nunca o pocas veces se nos ha ocurrido pensar que íbamos a morir, y el “misionero” nos ha recordado que podría estar más cerca de lo que pensábamos, si es que lo habíamos hecho. Nos ha enseñado que no se pueden hacer planes para el futuro, pues éste quizá no exista. Cuando sólo nos hemos ocupado por nosotros, nos ha enseñado que en el mundo hay otras personas que se sacrifican por los demás, como los médicos, enfermeras, transportistas, etcétera. Las personas que se han considerado poderosas, que tenían todo o casi todo, se han dado cuenta que en un momento todo eso, no les valía para nada. Algo insignificante, que no está al alcance de ellos, estaba dispuesto a terminar con todo su poder. Les ha hecho acordarse de sus mayores, esas personas que habían depositado en una residencia, quizá para estar más libres ellos. Libertad que han perdido por las medidas adoptadas por los gobiernos que nos obligan a estar recluidos en nuestro hogar, y en algunas ocasiones, hasta aislados del resto de la familia. Es el momento de ponerse a meditar, pues algo hay que hacer, en ese Jesús del que nos habían hablado algunas veces, que no valoraba sus cosas materiales en la vida, para preocuparse de las de los demás, y todo eso por obediencia al mandato de su Padre, el del cielo, y que un día nos estará esperando. Un día al que nosotros no le poníamos fecha, pero que figuraba en ese calendario que ahora tenemos próximo. Quizá el encuentro con ese Dios puede ser el primer viaje que vayamos a hacer. Habrá que prepararse para dicho encuentro, para dar una buena impresión. Otros, los humildes, ya estaban preparados para ese viaje, para ese encuentro, y lo llevan con más paz. Y todo por un virus insignificante que quizá esté cumpliendo una misión. Sólo Dios lo sabe.
Hay que leerlo varias veces y meditarlo otras más. Tu meditación de hoy es un abismo de profundidad. ¡Gracias, Chus!
No tendremos enchufe los creyentes pero lo que sí tenemos es una inmensa suerte. Lo digo yo que soy una creyente muy reciente y que envidiaba con fuerza a las personas con fe. Gracias a Dios he tenido la suerte que el Espíritu Santo me iluminara. Hay días que pienso que ha sido en el ultimo momento. Hace un año no podía con mi vida y no hubiera podido soportar una situación como la que estamos viviendo todos ahora. La paz y tranquilidad que tengo para enfrentar el miedo me la da el Señor y eso, como dice el padre Chus, no me lo puede quitar nadie. Solo me apena que muchos de los que sufren y mueren por el Coronavirus sin sus seres queridos y sin fe no se den cuenta, ni vean que Cristo está con ellos en este trance acompañándoles y esperándoles porque estoy segura que el Señor no abandona su creación. ¡Gloria al Señor!