12. Jesús es el Señor. Por Chus Villarroel

Hace años en una concelebración en Roma recibí una moción del Espíritu que iluminó mi vida espiritual. El sacerdote que presidía, después de la consagración, dijo en alta voz con el cáliz todavía en alto: “Ecco il Cristo risorto”. Esta frase, “He aquí al Cristo resucitado”, se me metió en el alma. Del resto de la misa no me enteré. Mi corazón se había quedado como ungido, absorto totalmente en lo que había recibido.

Después, pensándolo, por una parte, di gracias pero por otra me avergonzaba de  haber descubierto tan tarde este hecho con los años que llevaba diciendo misa. Pero no. Si nos damos cuenta, la fe comienza en la resurrección de Jesucristo, es decir, allí donde no hay apoyo racional de ninguna clase. Allí o crees o no crees, con lo cual queda claro que la fe o se te da o no se te ha dado todavía a ese nivel. Creer en Jesucristo como profeta, como moralista, como el hombre más importante de la historiano es fe, es todavía solo creencia. La fe empieza cuando crees que ha resucitado y vive para siempre.

El kerigma, es decir, la predicación básica, se mueve alrededor del Cristo resucitado. Una de las consecuencias de esa resurrección es el bello anuncio que se proclama con las palabras:” Jesús es el Señor. Jesús, el hombre Jesús, resucitado, es el Señor, el único Señor. Él mismo lo dijo: “Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra”. Sabéis que muchos cristianos dieron su vida en los primeros siglos de la Iglesia por proclamar el señorío del Cristo resucitado. Para los romanos el único Señor, el único Kyrios, era el emperador. Al irrumpir los cristianos en la historia proclamando el señorío de otro hombre el choque fue fuerte. Los paganos no podían entender que Jesús era un hombre resucitado con personalidad divina.

Pues bien, podéis imaginar que yo proclamo este señorío de Jesucristo a propósito de la pandemia del coronavirus que estamos sufriendo estos días. Es la contribución específicamente cristiana que anunciamos a todos para superar los momentos peores. Cuando uno esté mal, cuando esté perdido, cuando se intente rebelar, que sepa que le queda la posibilidad de proclamar que Jesús es el Señor. No os desaniméis los que no tengáis fe suficiente para proclamarlo y sentirlo en vuestras carnes. Tal vez sea el momento para recibir una moción como la que yo recibí en aquella concelebración. Si subes a la montaña con Cristo nada te lo podrá arrebatar.

Esto sería el principio de un bello encuentro que te haría ver panoramas inéditos en tu vida. Y lo que sería verdaderamente alucinante es que tú pudieras dejar el abstracto y decir: Jesús es mi Señor, el Señor de mi vida. No esperes a convertirte, rézalo ya, pídelo ya, estés como estés, porque Dios se fija en ti tal como eres y tal como estás. Déjale a él la iniciativa. Al Papa le he oído alguna vez decir en su argentino personal: Deja que el Señor te primee. Es decir que sientas que no eres tú el que amas a Dios primariamente sino al revés, es él el que te ama primero.

Sería fabuloso que el coronavirus fuera un instrumento, un lugar, una fuente de conversión no sólo para los que no creen sino también para los que creemos todavía un poco a medias como me pasaba a mí y me pasa todavía. La incidencia de este coronavirus se va acercando ya mucho a mi corazón. Cada vez recibo noticia de que gente allegada a mí o de mucha amistad está siendo ingresada. Una de las chicas que me ofrecía habitación en su casa por si me pasaba algo en esta parroquia, me ha dicho esta mañana que está segura de que está infectada a la espera del test de confirmación.

Ya llegó el test de confirmación. Está infectada. No hay nadie seguro. Lo peor nos lo llevamos los ancianos de más de ochenta años que en caso de incidencia dicen que no pasaremos el corte. Tratarán preferentemente a los que tengan más esperanza de vida, es decir, a la gente más joven. Eso después de haber estado “cotizando” toda la vida. A mí, si me toca, me mandarán a casa con cuidados paliativos para bien morir.

Pues bien, aunque sea así, lo que más deseo es vivir en mi corazón la experiencia del señorío de Jesucristo. Ancianitos míos, no nos pasará nada. Dice Santa Catalina de Siena que cuando seas viejo, si crees, no estarás nunca solo. El Espíritu Santo, o bien personalmente o por medio de un ángel o de alguna persona, te atenderá y te hará ver que es él el que lo está haciendo. Este gran consuelo sirve para el coronavirus y para todo. Yo hace muchos años que lo tengo muy adentro. Hoy lo comparto contigo y con todos los que sientan esta gracia.