11. Tiempo de kerigmas. Por Chus Villarroel

Decíamos el otro día que no había que moralizar el coronavirus. Hoy decimos que la respuesta a su invasión tampoco debe ser algo moral o solo moral. No. La respuesta es médica pero la reflexión va más allá de la medicina y decimos que tiene que superar también la moral. No se trata de que ahora nos convirtamos a nuestras obras buenas y logremos construir un mundo nuevo de justicia y de paz. Esto que lo haga quien quiera. La respuesta de un cristiano no debe de ser esa.
​Siempre es bueno un rearme moral y volver a los principios en ese campo. Ahora, sin embargo, estamos en tiempos de kerigma, de renovación profunda de la fe y esto no se consigue siendo mejores. Todo el mundo y todas las religiones aspiran a hacernos mejores de una forma o de otra. De lo que se trata es de convertirnos a Jesucristo no a nuestras obras porque por muy perfectas que sean siempre nos dejarán a la intemperie a merced de cualquier nuevo virus o a otro tipo de pandemias. Kerigma es una palabra griega que se refiere a los principios básicos de la predicación cristiana.
​El cristiano necesita renovar su fe, personalizarla, kerigmatizarla. Nos hemos ido demasiado tras valores y virtudes cristianas, mas no es cuestión de apoyarse enciertos valores por más que parezcan cristianos. Se trata de tener un encuentro y vivir una experiencia personal con Cristo. Y eso solo sucede por obra del Espíritu Santo no de nuestro comportamiento. La renovación en el comportamiento vendrá más tarde como efecto de ese encuentro o gracia mediante la fe, la esperanza y la caridad renovadas.
​¿Qué kerigma me sale a mí a bote pronto ante la situación de pandemia que estamos viviendo? El siguiente: Jesús vive y es el juez de la historia. Cuidado no interpretes el kerigma desde la teología ordinaria porque te vas a echar a temblar. Ahora necesitamos una renovación. El Papa nos habla continuamente de que tenemos que pasar de una teología de obras a otra de la gratuidad. Tenemos que valorar el hecho de que hemos sido salvados por la sangre de Cristo y no por nuestro comportamiento. Para eso necesitamos volver a los principios básicos de la fe. Aceptar un kerigma es tener ya un encuentro con Cristo en el corazón. Ese encuentro sólo sucederá cuando el Espíritu Santo te convenza de que él es el que toma la iniciativa.
A lo mejor crees que una teología de la gratuidad es de rebajas porque parece que no tenemos que hacer nada ya que se nos da todo hecho. No lo creas. Cuesta más dejarse hacer que hacer. Cuesta más el “hágase” de María que tener un hijo con José.  Solo dejándote hacer percibes el amor que Dios te tiene. Dice Pablo “Si crees en tu corazón que Jesús fue resucitado de entre los muertos serás salvo”. Si crees en tu corazón. Di en tu oficina que crees que Jesús ha resucitado verás qué mirada te echan algunos. Quien cree en esto no solo no le importa que Jesús juzgue al mundo sino que lo desea.
​Esto es así pero no nos entendamos mal. El cristiano no es un ser superior a nadie, no es un aristócrata del Espíritu. No. Es un ser que toca cada día su pecado, que vive en contacto con su debilidad, que necesita confesarse y pedir perdón, que se echa a sí mismo tanta culpa de las cosas como a su vecino agnóstico. Simplemente lo que le distingue es que tiene la fe de que Jesucristo nos ama a todos, quiere que todos se acerquen a él y que si creen en él no tienen por qué temer nada.
​Este es el gran servicio que puede hacer un cristiano en una pandemia como esta. No se trata de hundir psicológicamente con su fe a los que no la tienen sino que se trata de invitar a todos a que tengan un encuentro con el que es juez y lleva la historia. No es bueno para nada tener miedo en estos momentos. Si predicamos a un Cristo amenazante negamos su propia muerte misericordiosa por todos. Si en el madero de la cruz no hubo rechazo contra nadie a pesar del gran pecado que estaban cometiendo los que le crucificaron, ¿por qué lo iba a haber ahora?
​Yo no voy a pensar que esta epidemia de coronavirus sea el juicio universal. Pero es el signo de los tiempos que nos ha tocado vivir en esta cuaresma 2020. Ni imaginarlo, ¿verdad? Pero así es. Como preparación para la Pascua que celebraremos pronto, aunque sea con iglesias vacías,es única y original. Me encanta poder dar testimonio de la misericordia de Jesucristo en esta cuaresma que su resurrección corroborará.
​Es nuestra contribución específicamente cristiana. Jesús vive, es el juez de la historia, de tu historia, murió por todas tus heridas debilidades y pecados. El coronavirus lo mismo que otras catástrofes y enfermedades vienen por causas naturales. Si fueran de Dios, los médicos no tendrían nada que hacer.
​​​​​​​Chus Villarroel OP