8. No moralizar el coronavirus. Por Chus Villarroel

En el inconsciente de algunas personas existe todavía una mala teología según la cual la pandemia que estamos sufriendo es un castigo de Dios debido a nuestras maldades y a la vida descreída que vivimos. Según estos, nos hemos cargado todos los valores cristianos de la cultura que nos ha formado y el vacío que engendramos no nos empuja a rectificar sino a ir adelante por el túnel oscuro que al final nos despeñará.
Proyectar sobre Dios las cosas de este mundo se hace para darse autoridad y poder juzgarlo todo desde lo que uno piensa. El fariseo siempre funciona con un argumento inconsciente que aplica en todo momento: “Él es malo, luego yo soy bueno.” El hijo mayor de la parábola querría gastarse su dinero en juergas como el pequeño pero, como no puede, quiere que su hermano sea siempre el malo porque así él es el bueno. Y así, sintiéndose bueno se cree con derecho a todo.
No soporta, por tanto, que el pequeño vuelva a casa y menos que sea perdonado, que sea querido, que se le devuelva su honor. Por más que el padre lo intente, él no quiere entrar en la fiesta. No se va a divertir ni a sentirse bien y saboreará su veneno entre los labios por pura envidia y resentimiento. A este tipo de gente le gustaría que su padre fuera firme, que castigara y recluyera al hijo pecador, que pusiera las cosas en su sitio. No entiende ni soporta la bondad del padre.
Hoy hay muchos que les gustaría moralizar al coronavirus. Es decir que nos sintiéramos culpables, que entendiéramos que somos malos, que Dios nos castiga, que nos lo merecemos y que nos está muy bien. Moralizar quiere decir poner las reglas claras, unir el premio al comportamiento, alcanzar determinadas metas de perfección. Al desmadre hay que responder con rigidez, al pecado con el infierno, a la vida disoluta de nuestra generación con el coronavirus. Sí, y no con una simple pasadita, sino que muera mucha gente hasta que la carne de todo ser humano, menos la suya, tirite de miedo.
La moral y la ley son cosas buenas, no voy yo ahora a descubrir el Mediterráneo. Los hombres las necesitamos. Ahora bien, solo dan auténticos frutos cuando su corazón está sanado por el Cristo que en su muerte ha engendrado el perdón y la misericordia. El moralismo cristiano es una enfermedad de la moral y sucede cuando ha perdido el corazón cristiano y se ha convertido en simple ética pagana.
Estamos viviendo una cuaresma muy especial, mucho más punzante que todas las de los últimos decenios. Está muy claro que necesitamos conversión. Campan a sus anchas pecados contra la naturaleza y, sobre todo, pululan por la vida corazones congelados sin respeto alguno ni a Dios ni a sus mandamientos. Es más, hemos suprimido a Dios para que no nos moleste. Está claro que merecemos el coronavirus. De una forma o de otra este mundo marchaba por unos derroteros que nos iban a estrellar.
Ahora bien, ¿la única respuesta que tiene Dios es el coronavirus? ¿Se saciará su sed de venganza con unas cuantas muertes? Dios mira al mundo a través del corazón de su hijo Jesucristo. Tú, cristiano que lees esto, no tengas ningún miedo a los augures moralistas, milenaristas y apocalípticos. Dios te ve y te ama a través del corazón de su hijo Jesucristo que ha muerto por ti. Su sangre no ha sido derramada en vano. Se ha trasformado en amor y perdón. Tu pecado y tu debilidad no lo mira con ojos de venganza sino con los de su hijo que dijo a Pablo: “Te basta mi gracia”. Dile a todo el que te quiera escuchar que la historia la lleva el Señor.
Y a los que no rezáis nunca nada, a los que no conocéis ni siquiera el padre nuestro o el ave María, a los que creéis que no necesitáis protección de nadie, os digo que sois bastante insensatos. ¿De verdad te crees que nadie te ha querido y pensado antes de que existieras? ¿Te crees tan importante para pensar que existes sin que alguien te diera la existencia? Qué chulo. Yo jamás he pensado eso de mí. Yo, en tu caso, tendría miedo del coronavirus. Porque cada uno es responsable de sí mismo y del bien de todos. No obstante, Dios no te está castigando con el virus. Supongo que más tarde querrá tener una conversación personal contigo a solas, sin el ajetreo de estos días.