En memoria de Salvador
Hace ya unos meses que murió Salvador y parece que el Señor me está regalando el poder escribir a cerca de la vivencia que he tenido acompañando con la oración a Karina y Salvador.
El primer contacto que tuve con Karina y Salvador fue a través de un email que me envió Karina para informarme que querían hacer el Seminario de iniciación a la Vida en el Espíritu que tanto habíamos anunciado. Vinieron a la oración el viernes, víspera de comenzar el Seminario. Un matrimonio de unos 40 años de Méjico, él parecía enfermo… Haciendo un paréntesis, esto es algo que me encanta de nuestro grupo de oración, todo el mundo tiene cabida, a nadie se le pide más que decir su nombre cuando llega al grupo, sabemos que todo el que entra por la puerta le ha traído el Señor y con esa alegría y acogida les recibimos. Gloria al Señor por ello y que nos siga regalando estas “formas” por muchos años más. Hoy en día es difícil llegar a un sitio donde se te acoja de manera desinteresada y sin previas preguntas, donde no importe en absoluto tu estatus o clase social, donde simplemente se te reciba como uno más porque todos somos hijos muy amados del Padre.
En este ambiente comenzamos el Seminario, a Karina y a Salvador les gustó mucho, en seguida les empezó a calar hondo la predicación del padre Chus. A la 3ª semana Karina vino sola, al terminar el seminario nos comentó que a Salvador le habían ingresado por una oclusión intestinal consecuencia de un cáncer que padecía desde hacía algunos meses. Me impresionó cuando dijo que solo esperaba que le dieran el alta para que pudiera venir al retiro y recibir la efusión del Espíritu… Viendo que era tan importante para ellos que Salvador recibiera la efusión, le dije a Karina que si no podía venir al retiro iríamos al hospital para que la recibiera allí. En cuanto terminé de pronunciar estas palabras, pensé: ¡Socorro! ¿Cómo se me ha ocurrido proponer esto? ¡En menudo lío acabo de meter a Chus! No es suficiente hacerle venir hasta Bruselas para darnos el retiro que ahora se lo complico un poco más… Se lo comenté en cuanto llegó y él siempre tan dispuesto y entregado a la causa del Señor no lo dudó ni un momento, a pesar de su indisposición debido al cáncer de colon que padece y a la ciática tremenda que sufría ese fin de semana, enseguida dijo que sí.
El retiro fue una maravilla, vinieron varios hermanos de Madrid acompañando a Chus, fue una gozada tenerlos en Bruselas. Disfrutamos todos muchísimo. Al día siguiente fuimos al hospital, allí estaba Salvador rodeado de su familia, Karina, su hermana Rosi que acababa de llegar de Canadá y sus tres hijos. Estuvimos alrededor de dos horas, hubo tiempo para todo, para que Salvador estuviera a solas con Chus, para charlar, para cantar, para orar juntos. La efusión fue preciosa, con una presencia fortísima del Espíritu Santo.
Le ofrecimos a Karina ir a orar con ellos de manera regular, si creía que les podía venir bien y le pareció muy buena idea. Comenzamos a ir dos o tres veces por semana, al hospital cuando estaba ingresado y a casa cuando le dieron el alta. Ese momento de oración era un regalazo del Señor, para ellos que les llenaba de paz y aceptación y para nosotros que disfrutamos de una presencia fortísima del Espíritu. Las oraciones fueron siempre súper ungidas, muchas veces nos pasábamos 2 e incluso hasta 3 horas y se nos hacía corta, otras veces me escapaba entre paciente y paciente y estábamos 30 minutos, pero siempre con la misma unción e intensidad. A veces íbamos Rocío, Pascale y yo, otras veces Pascale y yo y en otras ocasiones solo yo, pero si algo pude comprobar es que daba lo mismo quienes o cuantos estuviéramos ese día, el único imprescindible era el Señor y Él siempre acudía al encuentro. La oración les hacía mucho bien y les daba mucha paz. Salvador a veces estaba más participativo otras menos, pero siempre lo vivió como un momento de encuentro profundo con nuestro Señor, con su amor, su paz y su misericordia. A nivel personal, tengo que decir que me consideraba una afortunada de poder vivir estos encuentros y estas manifestaciones tan grandes del amor del Señor, era tan evidente su presencia que se palpaba en cada rincón de la habitación. El Señor me regaló una empatía y unión muy grande con ellos, supongo que no puedes orar por alguien a quien no amas, así que Él se ocupó de que en poco tiempo se estableciera un vínculo muy fuerte de cariño y amistad. Es una maravilla disfrutar una vez más de los lazos de amistad sincera y desinteresada que crea el Señor.
A Salvador le encantaba la canción nº 328 del cancionero, “Nadie te ama como yo”, de Martín Valverde. Todas las veces que orábamos me pedía que la tocara y la cantábamos una y otra vez. Solo el Señor sabe lo que le revelaba en su corazón mientras la cantábamos, pero sospecho que una profunda experiencia de su Amor le envolvía por completo. Dice San Agustín que quien canta ora dos veces y no me cabe duda que el Señor te puede ungir una canción y regalarte un profundo momento de intimidad con Él. Recuerdo un domingo que me avisó Karina que no podrían venir a misa y ese domingo cantamos en el momento de la comunión la canción, le pedí a Mark que la grabara y al volver a casa se la envié a Karina para decirles que no pudieron venir pero que les tuvimos muy presentes. Me dijo Karina que, en los últimos momentos de Salvador, después de recibir la extremaunción y de hacer un rato de oración, le pudo poner la canción gracias a que se la habíamos enviado unas semanas antes… No nos imaginábamos cuando la grabamos que serviría para acompañarle en un momento tan importante pero así es como hace las cosas el Señor… Yo tengo que reconocer que no he sido capaz de volver a cantar esa canción sin emocionarme.
Durante estos meses de acompañamiento, a nivel personal, intuía que el Señor me estaba regalando algo grande. En relación a mi matrimonio, Mark y yo no estábamos en nuestro mejor momento, no sé si tanto como para llamarlo crisis, pero la realidad es que llevábamos una temporada bastante difícil… Sin embargo, yo notaba cada vez que volvía de la oración con Salvador y Karina que podía ver la situación con otros ojos, que podía tratarle con muchísimo cariño y ternura aun sin entendernos y habiendo discutido, que podía aceptar que no estaba en su mejor momento y aun así quererle profundamente sin darle importancia a su continuo mal humor que tanto me desesperaba en otras ocasiones. Sentía que era un amor tan, tan profundo que veía con claridad que no venía de mí, sino que era el Señor quien lo ponía en mi corazón. De repente podía centrarme en lo realmente importante de nuestra relación y dejaba de darle tanta importancia a los pequeños roces de la convivencia que tanto me habían molestado en otras ocasiones hasta cegarme y estar tan enfocada en ellos, que fácilmente podrían acabar minando la relación, pero el Señor es tan grande que de repente podía pasar por encima de todo eso y darme cuenta de que lo verdaderamente importante era lo muchísimo que nos queremos y el camino que estamos recorriendo juntos. Tengo la sensación de que la Palabra se encarnaba en mí y una vez más el Señor cumplía sus promesas: “El que haya dejado todo por mí y mi Evangelio recibirá el ciento por uno” Mcos10, 28-31.
Un domingo que volvíamos Pascale y yo del hospital, habíamos estado cerca de 3 horas orando con Karina y Salvador. Yo volvía súper contenta y llena del Señor, la oración había estado súper ungida y volvía con esa alegría desbordante que solo el Señor puede poner en tu corazón. Al llegar a casa Pascale me dijo que durante la oración había sentido que yo le estaba dedicando poco tiempo a mi familia, en especial a Mark. A mí aquello me dio mucho que pensar, aun sabiendo que Mark estaba encantado de que fuese a la oración porque notaba el efecto que causaba en mí, veía que siempre volvía mucho más dulcificada y pacificada, lo cierto es que durante dos o tres días estuve dándole vueltas y pidiéndole al Señor que me sacase de ese “ronroneo” que me culpabilizaba continuamente. El miércoles por la mañana, mientras le dedicaba un tiempito a planchar, me puse una enseñanza de Ángel, “Contemplando a Jesús” del 26 de diciembre, ¡¡¡cuánto me ayudó!!! Mientras la escuchaba el Señor fue aclarando todo en mí corazón. La enseñanza hablaba de las figuritas del Belén de su casa (cuando era niño) y decía que el Misterio siempre lo ponían en el centro de la mesa y que las figuras que estaban situadas cerca del Misterio, siendo Jesús el centro, nunca se caían, pero las que estaban situadas más lejos, hacia el borde de la mesa, se caían con cualquier mínimo roce que se le daba a la mesa al pasar… En ese momento el Señor me habló al corazón diciéndome, “tú sigue poniéndome a mí en el centro de tu vida y de tu corazón que yo me ocupo de tus cosas, de tu matrimonio y de tu maternidad me encargo yo”. Que alegría y que paz tan grande sentí en ese momento. Que liberación el sentir que mi vida está en sus manos y que Él se hace cargo de todo, que no depende de mí sino de Él, de mi Señor, de mi Salvador, nada más y nada menos que del Rey de Reyes. Gloria al Señor que nos dice “sin mí no podéis hacer nada” y me revela en el corazón que mi vida sin Él no se sostiene, eso me hace repetir una y otra vez, todo menos perder a Jesucristo, todo menos volver a la vida de antes y perder mi gran tesoro. De ahí brota una profunda alabanza hacia mi Señor, de sentirte pobre, muy pobre e incapaz pero salvado en Jesucristo.
El miércoles 30 de enero fue el último día que vi a Salvador, le encontré estupendo, sin lugar a dudas de las veces que mejor le vi, súper participativo en la oración y muy espabilado. Me despedí hasta el lunes, ya que al día siguiente nos íbamos a Praga a pasar el puente con el grupo de amigos de la “Belgian family”. Somos 6 familias españolas muy amigas que nos conocimos viviendo en Bélgica, pero ahora estamos viviendo en diferentes sitios, dos hemos quedado en Bélgica, otra se ha vuelto a Madrid y tres están viviendo en Praga. Con motivo de volver a juntarnos todos, Sonia y Gustavo habían organizado su fiesta de cumpleaños por todo lo alto. El finde prometía ser muy intenso, risas y diversión asegurada. Las niñas estaban entusiasmadas con el planazo. El jueves todos estábamos súper alegres del reencuentro, el viernes dedicamos el día a “turistear” por Praga, a la tarde, mientras estábamos tomando unas cañas en casa de María y Miguel llegó un mensaje de Karina al grupo de wasap de “amigas carismáticas”, este grupo lo había creado Karina meses atrás para organizarnos más fácilmente los momentos de oración con ellos…. El mensaje decía: “Amigas, les comento que Salvador tuvo una recaída muy fuerte hoy, tuvo un bajón de presión y se desconectó, ahorita está sedado pero ahora si, este es el final… el padre Amilcar vino hace un rato. Les mantengo informadas. Les pido mucha oración”. ¿Qué? Yo no me no lo podía creer, si el miércoles le vi estupendo… Sin decir nada, me fui al baño y empecé a orar, que maravilla tan grande es la oración, que suerte tenemos que estemos donde estemos podemos ponernos a orar y unirnos espiritualmente. Al salir del baño, intenté estar lo más natural posible para no romper el clima de alegría en el que estábamos… Al llegar al restaurante para cenar llegó el mensaje de Karina: “Salvador ya está con Dios”.
Durante la cena yo estuve completamente ausente, las conversaciones no me interesaban en absoluto y entendí que mi tiempo de disfrute en Praga había terminado, no podía quitarme de la cabeza el dolor que estaban pasando Karina y su familia y sentía profundamente el no poder estar allí acompañándolos, realmente lo único que quería era volverme lo antes posible para darle un fuerte abrazo a Karina y acompañarlos en esos duros momentos… Al terminar la cena traté de contactar a Rocío, sabiendo que había estado con ellos, pero su móvil estaba desconectado así que mientras íbamos en el taxi a casa de Sonia y Gustavo a tomar unas copas, le conté a Mark lo sucedido y le dije que si le parecía bien, él siguiera con las niñas el plan de Praga pero yo quería volverme a Bruselas lo antes posible. Al llegar a casa de Sonia y Gustavo conseguimos un vuelo que salía a primera hora, a las 6:00h. Expliqué a todos lo que había sucedido y me despedí.
La noche fue corta e intensa, no dormí apenas. En cuanto nos acostamos y Mark se quedó dormido rompí a llorar, por fin podía soltarme, desahogarme sin tener que estar haciendo “paripés”. Lloré como una cría con una pataleta, le reproché al Señor como nunca lo había hecho… pero ¿qué es esto? ¿Cómo podía haber salido todo así de mal? ¿Tantas horas de oración y de acompañamiento para que cuando llega el momento final no nos permitas estar con ellos? ¡No estábamos ni Pascale ni yo para acompañarlos! Solo Rocío que se había acercado a casa de Karina, después de la oración, con Martha y Mª Teresa. Le repetía una y otra vez, ya me puedes dar una buena explicación para esto porque no entiendo nada, ¡no hay por donde cogerlo! Estaba verdaderamente enfadada con el Señor y le reprochaba una y otra vez, con una rabia que hasta yo misma me sorprendí.
A la mañana siguiente, al aterrizar en Bruselas, llamé a Rocío y me estuvo contando un poco como fue todo la noche anterior, al decirle que había regresado de Praga, me dijo que fuera para su casa y que luego íbamos juntas a casa de Karina. Cuadró bastante bien pues al contactar a Karina, me dijo que por la mañana esperaba a los de la funeraria para recoger el cuerpo de Salvador y luego tendría que ir con ellos para organizar todo en la funeraria, le pregunté si necesitaba que le acompañara pero me dijo que iba con Mª José (una amiga), así que quedamos que nos veíamos a la tarde en su casa.
Al llegar a casa de Rocío mi corazón empezó a recobrar la paz, qué importante es la comunidad… Sentía que hablábamos el mismo idioma, que estábamos en la misma sintonía, que nos entendíamos perfectamente, oramos juntas por Salvador, por Karina y los chicos, entregamos la situación al Señor. ¡Bfff, que descanso para mí! ya me sentía mucho mejor. Doy gracias al Señor porque me permitió poder volver de Praga, porque pude vivir esos momentos orando en comunidad, porque pude acompañar a Karina y a los chicos ese fin de semana, pero sobre todo porque me sirvió para darme cuenta de lo importante que es la comunidad. Mi corazón no descansó hasta que pude orar en comunidad. También pude entender que nadie es imprescindible y que aunque Pascale y yo (quienes les estuvimos acompañando en los últimos meses), no pudimos estar el día que sucedió, allí estuvo el grupo de oración con Rocío, Martha y Mª Teresa para acompañarlos… que importante es la comunidad y como se hace presente el Señor a través de ella.
Pasaron los meses y llegó el domingo de ramos, mientras escuchaba el evangelio ensimismada, llegó la parte en la que crucificaron a Jesús y mientras estaba en la cruz la gente le decía: ¿¿No eres el hijo de Dios??? ¡¡¡Pues sálvate a ti mismo!!! y el Señor escuchaba en silencio. Aquellas palabras resonaron con fuerza en mi interior y empecé a juzgarlo… Qué horror, ¿quién puede ser tan cruel de estar viendo a nuestro Señor en la cruz y retarle de esa manera? ¿Quién es capaz de darle lecciones y decirle como tiene que hacer las cosas?… De repente una voz sonó en mi interior en respuesta a esa pregunta: ¡Tú! Y acto seguido reviví la noche en Praga, el fin de semana que murió Salvador… Me entró una tremenda compunción y entendí su silencio durante meses a todos los reproches y a todas las explicaciones que le pedí aquella noche… Siempre había escuchado decir a Chus que cuando era niño y veía películas sobre la Pasión del Señor, en el momento en que le gritaban, ¡crucifícale, crucifícale!, el pensaba: si yo hubiera estado allí le hubiera defendido, pero ahora de mayor sabía que si hubiera estado allí habría estado gritando con la multitud, crucifícale, crucifícale… Nunca había entendido muy bien a lo que se refería Chus, pero ese domingo lo entendí y supe que yo también había estado allí gritando, ¡crucifícale, crucifícale! Fue muy bonito porque mientras yo estaba sintiendo esa compunción tan onda dentro de mí y entendiendo el silencio del Señor durante estos meses y experimentado un profundo arrepentimiento, me dijo con una infinita misericordia: ese era tu sitio, si no hubieras estado allí gritando crucifícale, crucifícale, yo no hubiera muerto por ti. ¡Gloria al Señor! ¡Qué grande es! Una inmensa Paz invadió mi corazón y un infinito Amor me llenó hasta rebosar. ¡Gloria al Señor, que nos regala estos momentos de intimidad tan profundos!
Me considero una privilegiada por haber podido vivir estos meses de acompañamiento a Salvador, para mí ha sido un testimonio impresionante de cómo el Señor no te “deja tirado” en el último momento. Karina nos contaba que poco tiempo atrás no tenían nada que ver con las cosas de Dios. Para mí es como si nuestro Señor, sabiendo los duros momentos que les iban a tocar vivir, les fue atrayendo hacia Él para llenarlos de su amor, su misericordia, su paz, su fortaleza y su consuelo. Durante una temporada surgió el debate, entre las tres personas que íbamos a orar con ellos, de si debíamos seguir orando por la sanación de Salvador (pensando que podíamos causar falsas expectativas a la familia) o si simplemente debíamos prepararlos para que se fueran despidiendo… Yo no sé quién estaba en lo cierto, pero lo que sí sé es que nosotros no estábamos allí para causar falsas expectativas ni para ayudarles a que se despidieran, nuestro acompañamiento espiritual y de oración fue para que sintieran con fuerza la presencia y el amor del Señor en sus vidas y pudieran entregarle esa situación de dolor y sufrimiento. Karina nos dijo en varias ocasiones que no se podía imaginar cómo habría llevado todo sin los ratos que tuvimos de oración, que les ayudó mucho en su proceso de aceptación y pudieron vivir esos durísimos momentos con paz en el corazón. “Cuando dos o más se reúnan en mi nombre, allí estaré yo en medio de ellos” ¡Y el Señor no faltó ni un solo día!
¡Gloria al Señor!
EN MEMORIA DE SALVADOR