La pervivencia de Maranatha

     

 Maranatha es un grupo de oración carismático que se reúne todos los miércoles por la tarde en la cripta de los Sacramentinos junto al parque del Retiro madrileño. Es un viejo grupo de oración que lleva 42 años reuniendo gente para crecer en la experiencia del Señor y en su alabanza. Nos reunimos algo más de cien personas, aunque son muchas más las que integran el grupo. Yo entré casi al principio y estaba compuesto por el mismo número de gente que actualmente. He vivido, por tanto, muy de cerca todos los avatares por los que ha pasado el grupo y en algunos casos con bastante protagonismo.

Hace unos días, después de la oración, fuimos un grupito a tomar algo. Entre las diez personas, que más o menos, lo componíamos, había un señor de mediana edad que lleva en el grupo cerca de tres años. Tomó la palabra y nos decía que Maranatha, tal como está, no sería aprobada en ninguna escuela de negocios. Él trabaja en el tema de la viabilidad de grupos y de empresas. Le tiene profundamente admirado la vitalidad de este grupo de oración cuando no cumple ninguno de los parámetros o condiciones que se exigen para que una empresa normal perviva. Si Maranatha saliera a bolsa nadie invertiría ni un centavo en ella.
Según él hay una palabra clave, poco usada en el lenguaje ordinario pero sí muy conocida en el mundo empresarial. Es la palabra DAFO que no es más que un acróstico de lo que se debe ponderar para fletar un grupo o empresa. ¿Qué elementos analiza y contempla un DAFO?
Debilidades-Amenazas o riesgos-Fortalezas-Oportunidades
Si estudiamos a Maranatha desde el punto de vista de las debilidades las acapara todas. No hay exigencia de ninguna clase ni normas de comportamiento, ni se ficha ni se controla ni se pregunta ni se inquiere el pasado de nadie y las razones por las que aparece en las reuniones. Cada uno va cuando quiere dependiendo de la propia decisión o de  lo que cada cual considere. No existe poder coactivo de ninguna clase, cada uno podría teóricamente hacer lo que le diera la gana. Mirado desde el DAFO cualquier empresario o simplemente cualquier racionalista encontraría muchos motivos para despreciar nuestras reuniones.
Si analizamos las amenazas o riesgos son también infinitos. Participa, como el resto de la Renovación carismática, del poco aprecio que nos tienen los obispos, los curas, los otros movimientos y la mayoría de los fieles en general aún los de Misa y comunión diaria, incluida nuestra propia familia religiosa o de sangre. Se nos considera exaltados, emocionalistas, alumbrados, iluminados, quietistas, lejos de la vida y de la encarnación, sin objetivos, sin producir nada tangible ni ocuparnos de algún servicio social u obra de misericordia. Lo nuestro es subjetivismo puro que mira al propio ombligo y no le interesa el mundo ni la vida de los demás.
Pero los riesgos no sólo nos vienen de fuera sino, y son los más dolorosos, los de dentro. De Maranatha se han salido bastantes grupos y personas para fundar otras comunidades más vitales, con más carismas, con más juventud, con nostalgia de llenar estadios, más integrados en la pastoral parroquial o diocesana. Si he de decir la verdad ninguno de ellos ha conseguido superar a Maranatha en nada; más bien han ido languideciendo y algunos desapareciendo.
Si miramos humanamente nuestras fortalezas hay que decir que brillan por su ausencia. No tenemos presupuesto ni diezmos ni cuotas  ni siquiera un lugar seguro donde nos podamos reunir. Siempre estamos de limosna, pagando los “impuestos” que nos exigen de lo que se saca en pequeñas colectas, pero emigrando a veces en el mes de agosto porque cierran, y con el temor subconsciente de que el próximo superior o párroco que venga, nos eche a la calle. Maranatha ha cambiado varias veces de lugar de reunión pero nos ha ido mejor que a otros grupos que tuvieron que aceptar el cuarto de las calderas de la calefacción para reunirse.
Nos amparan la constitución y el derecho de reunión pero no podemos presentar ningún documento jurídico que avale nuestra existencia. Tampoco estamos en el Derecho canónico porque no somos ni queremos ser asociación privada de fieles. Nuestra inseguridad es parte de nuestra verdad y, si nos sintiéramos fuertes en algún tipo de reconocimiento o propiedad, seríamos traidores.
Nos queda considerar las oportunidades. Como no hay intereses económicos tampoco hay métodos o luchas en este sentido. ¿Qué sentido tiene reunirse donde no se gana nada ni se hace algo que sea reconocido? No hay oportunidades y si alguno las busca es por defecto. En efecto, hay quien busca en la comunidad oportunidades afectivas, amistades, pasatiempos, superación de soledades, búsqueda de comprensión etc. Se ha demostrado históricamente que no es buen lugar ni para encontrar novio. Estas cosas pueden venir por añadidura, pero si alguno las busca en directo, quedará decepcionado.
Entonces, se pregunta uno: ¿Cómo es posible la pervivencia de este grupo después de 42 años? Respuesta: porque hemos encontrado en él una experiencia de vida y de salvación que no nos la puede dar ni el DAFO ni ninguna otra instancia humana. Un servidor venía de la cátedra y por eso lo llamo saber de salvación. Poseía muchos saberes y se los estaba enseñando a mis alumnos en la Universidad pero ninguno de esos conocimientos me salvaba. Tenía que hablar de los filósofos últimos y ninguno me dio ese saber. En este pequeño grupo, al parecer esotérico y fuera de curso, encontré ese saber, que no es otra cosa que esa sabiduría escondida, misteriosa, que no conocen los sabios de este mundo y que viene de arriba.
Maranatha cumple perfectamente el DAFO pero no por virtud humana sino por la fuerza del Espíritu Santo. Nuestras debilidades. riesgos, fortalezas y oportunidades convergen todas en el Espíritu Santo que es el que da la perseverancia durante tantos años y hace que hoy en día no se haya desgastado aún, nada del entusiasmo y calor con el que comenzamos al principio. A mí se me ha desgastado todo en la vida y sólo conservo la dimensión de fe y esperanza a la que el grupo de Maranatha y toda la Renovación carismática han contribuido tanto a fortalecer.
Más de cien personas cada miércoles encuentran vida en la alabanza, la predicación y los testimonios que se escuchan en el grupo. ¿Cómo es posible que no atraiga a más gente? No lo sé, es un tema que le pertenece a Dios y él sabrá. Ahora bien en Maranatha hay varios enigmas de los cuales voy a citar tres que humanamente son difíciles de aclarar.
EL primero es el número de personas que desde hace cuarenta y dos años es el mismo. Maranatha es como la corriente de un río que siempre lleva la misma agua pero distinta porque corre y no se detiene. A pesar de eso hay una sabiduría, un sedimento, una madre diríamos, que entre todos hemos contribuido a engrosar. Naturalmente siempre queda un núcleo o resto pero si tardas cinco años en volver ya no conoces a gran parte de la gente. Cualquier grupo que no crece en número parecería que ha llegado a su techo y comenzaría a decrecer; pues bien, aquí no es así.
Otro enigma es el de la gratuidad. En Maranatha no oyes otra teología que la de la gratuidad de la salvación en Cristo Jesús. Esta predicación desconcierta a mucha gente pelagiana proveniente de otros movimientos o de las parroquias normales. Llevan en el alma la formación en la que se valora el propio esfuerzo y el propio mérito como fuente de bondad y de perfección. Entran y no entienden nada, comenzando por la alabanza que sólo existe donde hay gratuidad. El pelagianismo no alaba más que a uno mismo y a sus esfuerzos, porque todo lo hace depender de él.
El último enigma es un punto de pobreza que escandaliza a muchos. No sólo porque se admita a toda clase de personajes, sean de la condición que sean, sino por la pobreza de espíritu que asume todo como don y como algo recibido. La pobreza de la que hablo es correlato de la gratuidad. Según el grado de gratuidad que te haya sido concedido así será el de tu pobreza. Evidentemente, en la gracia también hay niveles, que no somos luteranos. La Virgen tiene una plenitud de gracia total, si puede hablarse así. Este enigma no sólo afecta a los que nos visitan sino también a algunos de los que estamos dentro. Se soporta difícilmente la pobreza para acoger la gratuidad; quisiéramos hacer algo por nosotros mismos. Sin embargo la gratuidad y la correlativa pobreza de espíritu, son las actitudes identitarias de Maranatha, con otras palabras, los dos grandes regalos del Señor.
La pervivencia de Maranatha