Testimonio de las maravillas que hace el Señor

 

TESTIMONIO DE LAS MARAVILLAS QUE HACE EL SEÑOR

El otro día, Mark llegó a casa bastante preocupado por una noticia que tenía que darme… En el trabajo le han involucrado en un proyecto en el que va a tener que viajar muchísimo, prácticamente todos los meses va a pasar una semana fuera de casa y el mes de mayo enterito, con fines de semana incluidos…
Me disgusté muchísimo, lloré, le reproché:
-Nos hemos venido aquí para estar contigo, ha sido un esfuerzo enorme el que hemos hecho tres personas y ahora resulta que no te vamos a ver??? Conclusión, tú vas a estar viajando y yo tengo que estar sola con las niñas en un país en el que todo es nuevo, no conozco el idioma y no tengo gente de confianza (familia y amigos) a quien poder acudir en un momento de necesidad…. Sinceramente para verte prácticamente los fines de semana y estar sola con las niñas, prefiero vivir en Madrid.-
Estuve toda la semana disgustada, triste, enfadada. Sentía como se había abierto una herida en lo más profundo de mi corazón y el culpable era Mark. Entré en mi interior en un bucle infinito de reproches y de auto convencimiento de que para mí  y para las niñas lo mejor era volvernos a Madrid por mucho que a Mark no le gustara la idea… Yo podía recuperar mi vida en Madrid tal y como la dejé; mi trabajo, mi gente, reengancharme a Maranatha, etc. Y las niñas podrían volver al mismo colegio sin problemas y estarían encantadas de retomar todo lo que allí dejaron…
En ese desasosiego estaba yo cuando llegó la eucaristía del domingo y sin venir a cuento, durante la consagración, el Señor me dijo “miedo a estar sola con las niñas” ¿¿¿Qué??? Yo no entendí nada… pero el Señor me dio la clave de mi enfado y acto seguido me iluminó la situación para poder entenderme a mí misma…
Tú lo que tienes es miedo a quedarte sola con las niñas, ese es el motivo de tu enfado, ahí está “el inicio del hilo para poder deshacer el nudo”.  ¿Miedo por qué? Porque aunque son una monada y las quiero con locura, hay algunos días que me cansan y me hartan… y acabo hasta el “moño” de ellas y cuando llega Mark del trabajo es como “una bocanada de aire fresco que entra por la puerta”, es mi única conversación con un adulto probablemente en todo el día y es el momento en el que dejo de ser “mamá para todo” y me convierto otra vez en  “Almu”…
En el momento de ir a comulgar cantaron una canción en la que todo el rato se repetía: “¿De qué tengo miedo si Tú todo lo puedes?”. Sentí como el Señor me lo estaba diciendo a mí. Me llenó de paz y confianza en Él. Me recordó que Él puede poner el disfrute en mi corazón de cada situación que me toque vivir y que teniéndole a Él lo tengo todo. Ya no me asustaba el mes de mayo entero sin Mark porque Él iba a estar conmigo.
Al día siguiente en mi ratito de oración de la mañana, suelo leer las lecturas del día. El caso es que entre muchos párrafos que leí, uno resonó con fuerza en mi corazón:
“Vive el Señor y vive el rey, mi señor, donde esté el rey, mi señor, allí estaré yo en vida y en muerte” (2 Sam 15, 21-22).
El Señor me volvió a iluminar el asunto y esta vez me dijo: “Tú no estás aquí por el trabajo de Mark, deja de culparle a él, tú estás aquí porque te he traído Yo”. Y me recordó, cuando surgió en nuestras vidas la noticia de que cerraban el trabajo de Mark en Madrid y si quería conservarlo tendríamos que desplazarnos a Bélgica… Fuimos a visitar Bélgica, esto fue hace unos 3 años, entré a orar un rato en una capilla y le pregunté “qué debíamos hacer” y con claridad me dijo “Yo estoy aquí esperándote”. Sin duda ese fue mi motor de arranque para venir a vivir a Bélgica, recuerdo que me llenó de Paz y tranquilidad, recuerdo que dije “mientras sea cosa del Señor… como si me tengo que ir a vivir a la Antártida”.
Qué paz me dio, poco a poco se iba cerrando esa herida que se había abierto en mi corazón, pero se iba cerrando como solo lo sabe hacer Él, desde dentro hacia fuera, de lo más profundo a lo más externo.
Cuando llegó Mark del trabajo, ya podía empezar a mirarle sin rencor y le dije: -¡El Señor me está aclarando todo! Cuando termine con toda la historia te lo cuento, pero, ¡estoy súper contenta!- El pobre se quedó alucinado, supongo que sobre todo por mi cambio de actitud… ¡Sin duda el Señor me ha regalado un marido que es una joya!
El martes, en mi oración de la mañana, tocaba el evangelio de la hija de Jairo y la mujer de las hemorragias. Al leerlo sentí como el Señor me decía a mí lo mismo que a la mujer de las hemorragias “hija tu fe te ha curado, vete en paz”.
¡¡Qué alegría y qué paz me regaló el Señor!! Ahí se cerró por completo la herida, ni rastro del rencor, del miedo, de la tristeza, del enfado, de las mil dudas sobre qué hacer… El Señor me sacó de un  bucle infinito del que yo sé que por mí sola soy incapaz de salir. ¡Qué grande es! ¡Gloria a Él y solo a Él!
Así que así me encuentro ahora, experimentando en mi interior eso que he oído tantas veces de que las cosas de la carne no son amigas de las cosas del espíritu. Mi carne quiere volver a Madrid, a la comodidad de lo bueno conocido, a la tranquilidad de encontrarte entre tu gente, a lo fácil;  pero mi espíritu tiene clarísimo que allí donde me quiera el Señor, allí estaré yo y que nunca volveré por iniciativa propia si no me lo pone el Señor en el corazón. Porque yo solo quiero vivir de Él y para Él. Todo menos perder a Jesucristo. Para algo nos habrá traído aquí (aunque todavía no lo entienda) y yo de aquí no me muevo si no es con Él y para Él.
No sabes qué paz me ha dado el Señor después de tanta tribulación. Qué descanso el saber que estamos en Sus manos y que Él dirige todo… mi vida, mi matrimonio, mi familia… Menos mal que todo eso no depende de mí sino de Él. Qué gozada el descubrir una vez más que el Señor se hace presente con fuerza en mis pobrezas, incapacidades y debilidades para salir victorioso y recordarme que solo Él es el Camino, la Verdad y la Vida.

¡Gloria al Señor!

 
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