Testimonio de Christine

Testimonio de Christine
Toda la vida, y tengo 75 años, he sido muy inquieta y siempre me ha gustado estar en búsqueda.
Esto me ha llevado a meterme en muchos charcos, por ejemplo en esoterismo donde actúan muchas fuerzas ocultas y como dice la Biblia: sabemos quién es el padre de la mentira.
Yo seguía yendo a misa los domingos, pero sin comulgar porque mi vida era un caos en todos los sentidos.
Un dia, el Señor me llevo a Medjugorje donde tuve una experiencia de la presencia de Dios en todo lo creado en el universo. Fue tan grande su presencia que me embargó por completo. Yo iba a misa y comulgaba todos los días desde hacía ya bastantes años.
Mi yerno me dijo un día que en los carismáticos te dan la vuelta como un calcetín y yo pensé: “a mí no me da la vuelta ya nadie”.
Convencí a una amiga para ir las dos a ver qué se cocía ahí. Salí pensando que quería saber más, de qué iba la cosa.
Volví a la misa y en el momento de la adoración cuando la gente cantó: “Vive Jesús, el Señor” me hizo vivir la experiencia que realmente El estaba presente.
A partir de ese momento, mi vida empezó a cambiar haciendo el seminario en el Espíritu, recibí la efusión en el Espíritu que el Señor me había preparado el día anterior en la intercesión donde me leyeron la palabra del Señor en Jonas 2-1 al 11 donde dice el Señor: “Oí tu voz desde el fondo del abismo” y eso eran las circunstancias donde yo me encontraba, eso cambió mi vida y lloré como una descosida. Sentí que el Señor me había llevado de la mano desde siempre y me había salvado de muchos peligros. Yo había perdido la alegría de vivir a los 9 años y la recuperé hace año y medio, o sea no la tuve durante 64 años.
Un día, el Señor me reveló que mi problema era el rencor y mi falta de perdón.
A partir de ahí, mis amigas me decían que no me reconocían, que había cambiado muchísimo.
El Señor me sigue guiando y me ha llevado al retiro del Padre Ghislain en enero de 2013.
Al final de la misa del primer día, el Padre Ghislain nos dio algunas palabras de conocimiento a varias personas de las 170 que había allí. Y nos decía que el Señor ya nos estaba sanando y que eso se hace poco a poco, en mi caso, sanando una lesión de columna. De hecho, he comprobado que mis dolores ya se han suavizado muchísimo.
Quiero añadir que había adoración constante menos en las conferencias y comidas; siempre podíamos experimentar la presencia del Señor y era como tocar el manto de Jesús, dando gracias, alabanza y gloria.
Al día siguiente, después de la confesión, un sacerdote me preguntó: ¿Qué quieres que haga Cristo por ti?, y le contesté: que me quite cualquier resto de falta de perdón y de paso que me quite la artrosis. El sacerdote me contestó que la artrosis me venía de la falta de perdón. Recibí la imposición de manos y fui embargada de una esperanza y de una fe total de vida eterna en Jesús, cuando estaba mirando la custodia.
El último día, en la misa, entregando en el altar a un sacerdote mi hoja, pidiendo por todos mis antepasados, le miré fijamente y él a mí (eso por educación no se hace) y yo ví en el fondo de sus ojos la mirada de Cristo que me miraba a mí.
Después de la misa, pidieron que los que estábamos enfermos físicamente, pasaramos delante para imponernos las manos y ahí el Señor me regaló una efusión tan fuerte que me ardían la parte superior de la cabeza y las manos. Me duró como media hora más y eso fue mi bautismo de fuego o Pentecostés.
Todo esto lo comparto para mayor gloria de Dios que me lleva por senderos de amor, liberación, alegría y de paz interior.
Voy a decir como San Agustín: “¡Señor qué tarde te conocí!”
Y digo: ”Señor, que hermosura eres”. Me siento en el gozo del Señor.
¡Eres maravilloso, eres el único amor que vale la pena!

¡Gloria a Dios!

Christine, testimonio dado el 27/02/2013