En los orígenes del cristianismo. Así vivían nuestros primeros hermanos.
A los dos mil años del nacimiento del cristianismo, es bueno volver los ojos hacia los primeros discípulos para tratar de descubrir el secreto de su vida y la fuerza de su testimonio. ¿Qué tenían aquellas comunidades primitivas que no tienen las nuestras?
¿Cómo recuperar la identidad el encanto y el atractivo de los primeros días? Si queremos tener comunidades cristianas vigorosas y testimoniales tendremos que rehacer ahora el camino que hizo la primera comunidad cristiana y perseverar en la escucha de la palabra, en el amor fraterno en la celebración de la eucaristía y en la práctica de la oración.
San Pablo, Madrid 2005, 256 pp