Dios se hizo palabra. Introducción histórica y teológica al Antiguo Testamento

La palabra de Dios no llega al hombre como un sedante, sino como un aguijón; no ha sido pronunciada para nuestro sosiego y reposo, sino para nuestra “intranquilidad y desasosiego”. Se diría que uno no la ha escuchado realmente hasta que no siente una necesidad “biológica” de comunicarla a los demás. El hombre que ha sido “alcanzado” por la palabra ya no reconoce treguas ni reposos, el silencio le resulta imposible y “culpable”, la palabra le “quema los huesos”. Y, por un proceso, tan sencillo como inevitable, se convierte en sedentario, en caminante, de oyente en proclamador de alegres noticias.
Sereca, Madrid 1995, 268 pp